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Actualizado: 22 de mayo de 2025
En el palco del Veloz habían quedado solos Diógenes y Jacobo; despatarrado aquel frente al público, como si quisiera indicarle que todo él junto no se le importaba un comino; mirando este sin cesar, como un cadete, al palco de la dama de las camelias.
Las camelias rodaban por el suelo sirviendo de alfombra en la antesala y los corredores. Centenares de plantas, casi todas exóticas, adornaban aquélla, el vestíbulo y los dos salones de baile. Legiones de criados con calzón corto y vistosas casacas aguardaban apostados estratégicamente en todos los puntos necesarios.
Aunque no había en la mesa de cuanto Dios crió, como afirmaba la gente del pueblo con encarecimiento desmedido, era innegable que había objetos raros y costosos: uvas de corazón de cabrito como acabadas de coger y que por milagro se habían conservado, claveles y tempranas rosas de olor en grandes piñas, ramos de violetas y camelias, etc., etc.
Mi papel de cicerone me agradaba y divertía. Hice, pues, algunas pequeñas excursiones con Madame Duval. La llevé a Cintra, a Colares, a Cascaes y a Mafra. En Cintra, aun viniendo como veníamos del Brasil, nos extasiamos contemplando la fertilidad y hermosura de aquellas montañas, con sus bosques floridos de magnolias y de camelias.
Villamelón, que luchaba siempre en la mesa entre sus ganas de hablar y sus ganas de comer, prosiguió con alguna impaciencia. La francesita esa..., esa... ¿Cómo se llama? ¡Señor, por días pierdo la memoria!... Tú, Gorito, ¿sabes?... ¿Cómo se llama, hombre?... La de las camelias.
¡Oh!... ¿Mi genio? exclamó la otra muy sorprendida. Sí, su genio he dicho... Ya sabe usted que esas cosas no pueden ocultarse... Su paisana, madame Staël, lo dijo: donde hay genio, brilla. ¡Oh!... El marqués de Sabadell prosiguió Currita, dejando caer lentamente las palabras me enseñó aquel ramito de camelias que... le envió usted hace tiempo... ¡Es un quadretto delicioso!
Pero más fragante... como las mujeres dijo el conde con galantería. La dama se volvió para dirigirle una sonrisa de gracias, y siguió loando la belleza de los rododendros, de las azaleas, de las camelias gigantescas que encontraban al paso.
La Manon Lescaut es una de las obras más bellas y mejor sentidas que haya producido el espíritu humano. Acaba de morir otro escritor cuyo ejemplo es tan decisivo ó más que este. Sin embargo, en su célebre drama La Dama de las Camelias se ha elevado sobre sí mismo hasta tocar en las cimas más altas de la poesía.
Mi idea es esta: ver si es usted una persona juiciosa, y si como persona juiciosa comprende que esto del casorio es una botaratada; ni más ni menos... Y si lo reconoce así, pretendo, esta, esta es la cosa, que usted misma sea quien se lo quite de la cabeza... ni menos ni más. Fortunata conocía La Dama de las Camelias, por haberla oído leer.
Su literatura se había reducido a la Historia de la prostitución por Dufour, a La Dama de las Camelias y sus derivados, con más algunos panegíricos novelescos de la mujer caída. Creía en el buen corazón de las que llamaba Bermúdez meretrices y en la corrupción absoluta de las clases superiores. Estaba seguro de que si no venía otra irrupción de Bárbaros, el mundo se pudriría de un día a otro.
Palabra del Dia
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