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Actualizado: 18 de julio de 2025


Sus oficiales vivían en los camarotes del centro del buque, llevando con ellos á sus familias, que habían adquirido un aspecto exótico con la larga permanencia en las colonias.

Algunos pasajeros se retiraban, con los ojos entornados por el exceso de luz, en busca de sus camarotes para dormir la siesta. Maltrana sintióse atraído por el rumor de avispero que zumbaba bajo el gran toldo del combés, entre el castillo central y la proa.

Vistas de abajo, brillan con dibujos de mosaicos complicados, escudos de naciones, y aquí arriba Parecen estufas opacas como las de los invernáculos... Esta cubierta tiene sus habitantes; es un pueblo aparte, el barrio alto, la Acrópolis donde viven los Arcontes que dirigen nuestra república movible. Mire usted a proa esa manzana de camarotes, con paredes blancas y zócalos grises.

El hierro no existía en estas construcciones terrestres que recordaban el buque de vela. Las piezas eran obscuras como camarotes. Por las ventanas se veían grandes caracolas de mar sobre las cómodas, cuadros de pintura dura y pueril representando fragatas, conchas multicolores traídas de lejanos mares.

Este enfermo crónico comía con una voracidad pantagruélica, y para vencer la torpeza de sus digestiones caminaba a todas horas por el buque, ensalzando las ventajas de la marcha. Únicamente en el café se le veía sentado: el resto del día lo pasaba dando vueltas en la cubierta; y cuando la afluencia de gentes dificultaba su tenaz ambulación, circulaba abajo por los pasillos de los camarotes.

Y le volvió la espalda, alejándose por el corredor que conducía a los camarotes de preferencia, erguida y majestuosa. Desconcertado por esta escena que nadie había visto, sintió Ojeda un deseo de huir, como si fuese a estallar en torno de él una explosión de carcajadas.

El Montoya era un vapor chico, pero limpio, más fresco que el Antioquía, y aunque el inmenso número de pasajeros que venían en él nos impidió tener camarotes, esto es, un sitio donde lavarnos y mudarnos, era tal la satisfacción de poder continuar el viaje, que no nos hizo mayor extorsión la toilette obligada al aire libre y un poco en común.

Lo demás ya lo conoce usted, pues pertenece al radio en que nos movemos. La cubierta llamada de salón, porque en el lado de proa tiene el salón-comedor, y después de el los camarotes de lujo, y las cocinas de las gentes de primera, con la repostería, la panadería, las bodegas y frigoríficos para el servicio diario. Yo voy siempre después de media noche a echar una ojeada a la cocina.

Arriba, viene el sitio destinado a los pasajeros, los camarotes, que nadie ocupa sino las señoras, quienes, para evitarse dormir al aire libre, al lado de los masculinos, se asan vivas en las cabinas; el comedor, etc.

Los que esperaban el mágico espectáculo de su puesta reunidos en la última toldilla, tenían que renunciar a la diurna apoteosis, corriendo a los camarotes para vestirse apresuradamente y no llegar con retraso al comedor. Ojeda, al sentarse a su mesa, vio que estaba sin ocupar la inmediata, que era la de Mrs. Power.

Palabra del Dia

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