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Actualizado: 4 de julio de 2025
No lloro por lo que usted cree suspiró ella , lloro por mí misma, por mi desgracia, que no tiene remedio. Estoy sola en el mundo. Mi marido no ha vuelto á casa hace dos días... y tal vez no volverá. ¡Quién sabe qué calumnias le han contado!... Me quedaban mis amigos, mis buenos amigos; el uno ha muerto y el otro anda fugitivo. Sólo podía contar con usted... ¡y usted se marcha para siempre!
A las siete de la mañana, si te conviene. ¿Sitio? El bosque de Bolonia. ¿Avenida? De la Muette. Está muy bien. Creo que tendremos bastante con un solo testigo para los dos, pues cuanto menos publicidad demos al lance, tanto menos padecerá la reputación de Antonia. Se trata de calumnias y... ¿Cómo calumnias? ¿Te atreves a sostener que yo he calumniado a Antoñita?
«¡Una infamia! pensó Miguel . Calumnias de mujeres, que repite este imbécil por odio sexual.» Comprendía que Alicia se sintiese interesada por aquel convaleciente. Su juventud y su uniforme le recordaban al otro. Además estaba solo en el mundo, era un extranjero, un residuo de la guerra que todos consideraban fatalmente condenado á muerte.
Las calumnias con que la maledicencia perseguía a De Pas tenían un aislador en don Víctor; por su conducto no se propagaban, y aun tomaba a su cargo deshacer su perniciosa influencia. Doña Ana jamás había hablado a solas con el Magistral, y después que cesaron las visitas apenas volvió a verle de cerca. A lo menos ella no lo recordaba.
A esta angustia de las entrañas se agregaba la zozobra del ánimo, la honrosa inquietud de verse marcado por la sospecha, tan sólo, del Santo Oficio, o de atraer el castigo del poder sobrehumano del Rey. Y entretanto parecía que el mismo viento murmurase calumnias y que la delación se agazapara bajo el lecho en que se dormía, entre los pliegues de las antepuertas, en el rincón de los oratorios.
Indignáronle mas que todo las gacetillas de calumnias, y los archivos de mal gusto dictados por la envidia, la hambre y la torpeza; viles sátiras que respetan los buytres y despedazan las palomas; novelas faltas de imaginacion, donde se ven mil retratos ideales de sugetos que sus autores no conocen. Tiró al fuego todos estos detestables escritos, y salió aquella tarde de casa, para ir al paseo.
El año de 512, salieron, segun creo, por la Concepcion, algunos de dichos Césares, de los cuales uno entró en Chile en la Compañia; y aun en Chile parece se ha tenido por muy cierto que hay dichos Césares; pues aun el venerable padre Antonio Ruiz de Montoya, en un memorial que presentó á Felipe IV, despues de haber estado cuatro años en Madrid, y en el que responde á nueve calumnias contra esta provincia, rebatiendo la segunda, de que los padres ponen mal á los españoles con los indios, en uno de los párrafos en favor de los Padres, dice así: A los Césares pretendieron conquistar los españoles.
Ya no pensaba en las torpes calumnias de los enemigos del Magistral; ya no se acordaba de que aquel era hombre, y se hubiera sentado sin miedo, sobre sus rodillas, como había oído decir que hacen las señoras con los caballeros en los tranvías de Nueva York.
Estas calumnias le servían de desahogo y si le preguntaban el motivo de su inquina, contestaba: «Señores, yo me debo a la causa que defiendo, y veo con tristeza, con grande, con profunda tristeza que esa señora, la Marquesa, doña Rufina, en una palabra, desacredita el partido conservador-dinástico de Vetusta». Después de saborear el tributo de admiración del público, Ana miró a la bolsa de Mesía.
Preferimos creer que ésta es una de tantas calumnias a las que han estado siempre expuestos los hombres serios y científicos.
Palabra del Dia
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