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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Si la santa fe de nuestros padres no estuviera tan perdida; si las perversas doctrinas del filosofismo francés no nos hubiesen inficionado, ese hombre, en vez de vestir el honroso uniforme de la marina, vestiría el sambenito; en vez de andar libre por ahí, piedra de escándalo, fermento de impiedad, levadura del infierno, corrompiendo lo que aun en el cuerpo social se conserva sano, estaría en los calabozos de la Inquisición ó ya hubiera muerto en la hoguera.

Basta de iglesias para el paciente lector. A propósito de Don Pedro el Cruel, es notable por su interes histórico y sus sombrías proporciones la casa ó palacio que habitara en Toledo aquel salvaje coronado. Es un edificio informe y pesado, que da la idea de los calabozos y causa cierto estremecimiento al viajero que conoce algo las viejas historias de la vieja España.

Pero con el sacudimiento del 68, encendiose el ánimo del obrero; de manso se hizo furibundo, de discreto charlatán; creyó que el mundo se iba a volver del revés, y que la sociedad alteraría sus elementos inmortales; vio la eterna columna con el ligero capitel en el suelo y el pesado plinto en el aire; imaginó que de allí en adelante se andaría con la cabeza y se pensaría con los pies; y llevado de estas ideas, tomó parte en todos los motines, trabajó en todas las sublevaciones, fue desterrado, perseguido, moró en calabozos y arrastró durante algún tiempo vida penosa y miserable.

A una cuadra está el templo y convento de la Compañía de Jesús, en cuyo presbiterio hay una trampa que da entrada a subterráneos que se extienden por debajo de la ciudad y van a parar no se sabe todavía adónde; también se han encontrado los calabozos en que la Sociedad sepultaba vivos a sus reos.

Era la inquietud del peligro que había quedado fija en él para siempre; el hábito de la intranquilidad contraído en los obscuros calabozos, cuando esperaba a todas horas ver abrirse la puerta para ser apaleado como un perro o conducido al cuadro de ejecución ante la doble fila de fusiles; y a más de esto, la costumbre de vivir vigilado en todos los países, presintiendo el espionaje de la policía en torno de él, sorprendido en medio de la noche en cuartos de posada por la orden de salir inmediatamente; la zozobra del antiguo Asheverus, que apenas gustaba un instante del descanso, oía el eterno «Anda, anda».

Pasaba la vida degollando al prójimo, sumiendo a los embajadores en calabozos donde los dejaba pudrir, y por último, era un hombre de energía, que ignoraba por completo ese horrible defecto, que se llama timidez. Y su país ¡qué país! Allí reinan todas las enfermedades y por eso mismo me gustaría llevar a mi marido.

Sus ojos estaban fijos en el féretro blanco y dorado que se mecía con el traqueteo de las ruedas, dejando en su memoria la impresión de una nubecilla surcada por rayos de sol. También debía estarse bien allí. Mejor que en los calabozos que antes contemplaba con envidia.

Un año hacia que en los calabozos de Puerto-Cabello gemia prisionero el valiente Jalon, y Bolívar, tanto por salvarle cuanto por humillar á Monteverde, puso sitio á la plaza con las tropas de Urdaneta y la division de Ribas, mandadas por Giraldot.

Las cárceles del castillo de Triana estaban repletas de infelices presos que aguardaban la muerte más ó menos próxima, siendo muchas también las mujeres que allí gemían en los lóbregos calabozos, y las cuales, sin consideración alguna y contra todo sentimiento de humanidad, eran tratadas cruelmente por los negros carceleros.

Yo algo de esto. Conozco el hambre y el frío de los calabozos; he vivido en Siberia... Pero frente á nuestra tiranía ha existido siempre una protesta revolucionaria.

Palabra del Dia

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