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Actualizado: 25 de junio de 2025
A la noche siguiente, que era jueves, dio principio el tercer período, de auge y bienandanza para Felipe, y de caída terrible para Raúl, sin ventaja alguna para Amaury, el primer desahuciado.
Con lo que sus ojos no quedaban sino más luminosos. Apenas comencé a responderle, me di cuenta de la caída; pero ya era tarde. Sí, le dije, observando sus ojos; me acuerdo de que antes no los tenía... Y miré a otro lado. Pero María Elvira se echó a reir: Es cierto; Vd. debe saberlo más que nadie. ¡Ah! ¡qué sensación de inmensa losa derrumbada por fin de sobre mi pecho!
Ya estamos en la caída; si quien padece es mujer, y se encuentra de parto, no podemos detenernos ni hablar hasta llegar á la habitación donde se encuentra la enferma; si esto no hacemos, se creería en un resultado funesto.
En la Red de San Luis, mira lo que son las casualidades, me encontré a mamá... Díjome: «¡Qué pálido estás!». «Es que vengo de casa de Moreno Vallejo a quien le han cortado hoy la pierna». En efecto, le habían cortado la pierna, a consecuencia de la caída del caballo. Diciéndolo, miré desaparecer por la calle de la Montera abajo el carro con la cajita azul... ¡Cosas del mundo!
Esta andaba no sé cómo, medio enferma, con la paletilla caída, según decía; y por más que se la levantó una saludadora con los rezos y ensalmos de costumbre, la paletilla seguía en sus trece, y la muchacha tristona, pensando en cómo quedarían sus pequeños si se muriese ella.
Es cierto, que ahí está don Bernardino Esteven, pero malos vientos soplan también de ese lado; la fortuna de don Bernardino está anémica, dicen, y su caída no es sino cuestión de tiempo. ¡Perfectamente!
En cambio se apresura á lanzarse sobre la presa ya caída, sobre un enemigo que no puede defenderse. Hasta cuando un lobo acaba de caer, vivo todavía, herido por la bala del cazador, arrójanse todos sus compañeros sobre él para rematarlo y disputarse sus restos.
Por las mil columnas apretadas de sus troncos, los bosques son una de las mejores barreras contra la caída de los aludes, y muchos pueblos no tienen contra ellos otro medio de defensa. Por eso miran su bosque sagrado con respeto y casi religiosa veneración.
Este drama no pertenece a la escena, se encierra dentro del corazón; pero una lágrima, ya sea producida por la caída de un imperio o por el hundimiento de una cabaña, contiene siempre la misma cantidad de agua y de amargura... Cuando oímos hablar del alma de una persona, nos gusta conocer exteriormente la envoltura que la encierra.
Al primer cambio de tortilla, a la caída de Espartero, el nuevo ministerio amnistió a Rodil, devolviéndole su clase de capitán general y demás preeminencias. El marqués de Rodil no volvió desde entonces a tomar parte activa en la política española, y murió en 1861. Espartero murió en enero de 1879, de más de ochenta años de edad.
Palabra del Dia
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