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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Allí veis calles espaciosas, limpias y bien niveladas, casas elegantes, bonitos hoteles, edificios monumentales, tiendas vistosas y cafés bulliciosos, en fin, la ciudad moderna y confortable.

He leído que, como dramaturgo, está haciendo un paseo triunfal por América. Esto me agrada, porque lo considero como el triunfo colectivo de un género, de una época y de una pintoresca familia literaria. Está muy bien y es muy justo. Lo que me parece es que ha tardado demasiado en llegar. Un poco antes, y se hubieran evitado muchos cafés con tostada, que es el régimen más absurdo de alimentación.

A los que de esta manera se conducen, se les mira en los cafés con un poquillo de respeto y aun con cierta envidia, suponiéndoles conocedores de secretos de Estado o de alguna intriga muy gorda. «El amigo Rubín dijo, en ausencia de él D. Basilio Andrés de la Caña, que era uno de los puntos fijos en la mesa , me parece a que no juega limpio con nosotros.

Debíamos partir para Sevilla al día siguiente, y aprovechamos la segunda noche que nos quedaba visitando un teatro y algunos cafés. En desquite, el café es en todas las ciudades españolas un elemento social sumamente curioso.

Cerca de diez volúmenes incomparables, únicos, escribió el viejo poeta maldito en los cafés, en las tabernas, acaso en sus largas temporadas de hospital, al que el pobre Lelian llamaba su palacio de invierno. La capa de mendigo de Verlaine es hoy la bandera de la Francia espiritual. Está ungida por la gloria. Es una cumbre dorada por la inmortalidad. Estas glorias póstumas suelen ser un sarcasmo.

En Paris se satisfacen todos los gustos, todos los deseos, porque se da culto al placer y se ha estudiado hasta la perfeccion la manera de aturdirse en lo frívolo. Los cafés y restaurants de Paris no pueden contarse, tan fabuloso es su número.

En las tertulias de los cafés hay siempre dos categorías de individuos, una es la de los que ponen la broza en la conversación, llevando noticias absurdas o diciendo bromas groseras sobre personas y cosas; otra es la de los que dan la última palabra sobre lo que se debate, soltando un juicio doctoral y reduciendo a su verdadero valor las bromas y los dicharachos.

En cambio se oyen músicas todas las noches en la bellísima plaza de San Márcos: de los muchos cafés que allí se encuentran, y de los cuales el de Florian es el mejor, sacan mesas y sillas á la plaza, que toda está perfectamente embaldosada.

Pero aunque Juan Pablo se encariñaba de este modo con el local, había cambiado de café bastantes veces en el espacio de cinco años. Equivalía esto a mudar de vivienda, y como todos los cafés de Madrid se parecen, lo mismo que se parecen las casas, Juan Pablo llevaba en propio su domesticidad, y a los dos días de frecuentar un café, ya se encontraba en él como en familia.

En estos casos, que muy a menudo me suceden, suelo echar mano del sombrero y la capa, y no pudiendo fijar mi atención en una sola cosa, trato de fijarla en todas: sálgome a la calle, éntrome por los cafés, voime a la Puerta del Sol, a Correos, al Museo de pinturas, a todas partes, en fin, y en ninguna puedo decir que estoy en realidad.

Palabra del Dia

bagani

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