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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Así nace y vive el indio, viendo llegar tranquilamente su última hora, sabiendo que sus despojos no han de ser llevados por manos mercenarias y por sus propios deudos, los cuales no tienen el amargo privilegio de verlos arrojar en la fosa común, ese horrible rincón de las grandes necrópolis, donde se hacinan cientos de cadáveres y se compendian millones de lágrimas. ¿Es ó no feliz Ambrosio?

El marido y la mujer miraban ya con desaliento las prosperidades de la tienda, que parecían una burla de su desgracia. ¡Tanto dinero para un hijo solo..., contando con que Dios no se le llevara también! ¡Y aquella casa, tan triste y tan llena de cadáveres; con aquel olor a drogas, que ya les parecía el tufo de la muerte, el olor de los cadáveres de sus hijos insepultos!

Otros empleados de la plaza corrían de un lado a otro con grandes espuertas de arena, arrojándola a montones sobre los charcos de sangre y los cadáveres de los caballos. El público estaba de pie, gesticulando y vociferando. Sentíase entusiasmado por la fiereza de la bestia y protestaba de que en el redondel no quedase ni un picador, gritando a coro: «¡Caballos! ¡caballos

Veintiséis de ellos fueron á Constantinopla para hacer esta declaración, pero á pesar de su carácter sagrado de embajadores, la misma escolta bizantina que les había facilitado Andrónico los asesinó en Rodosto, despedazando los cadáveres en el matadero público y exhibiendo sus cuartos en las mesas del mercado.

Los obstáculos sumergidos producían grandes remolinos que sacudían la embarcación, y a la luz de la antorcha que ensangrentaba las ondas gelatinosas, veíanse pasar troncos de árboles, cadáveres de animales, objetos informes que apenas si asomaban una punta negra en la superficie, y hacían pensar en ahogados, cubiertos de barro, flotando entre dos aguas.

También clavaste allí la cruz sublime, cruz de la redención, la cruz gloriosa en que el amor divino reverbera; la cruz que fortalece y que redime y que siempre amorosa del mundo los cadáveres espera.

Yo los desprecio y corro y vuelo más y más: ¡cadáveres y huracanes, hacedme lugar! Un huracán, el más terrible de los que recorren el Africa, discurría solitario por el Océano del desierto.

La cubierta chorrea sangre, los cadáveres ruedan al mar con la cabeza destrozada. Al «Papa» lo encontraron escondido y medio muerto de miedo en un armario de su cámara.

Tan porfiado y sangriento fué el combate entre los moros y los manobos aliados defensores de aquel punto, que el campo quedó cubierto de cadáveres y gran número de combatientes perecieron en los pantanos. Por aquellas fechas nuestras armas realizaron hechos gloriosos en la costa N., por más que el resultado en definitiva no resultase satisfactorio.

Únicamente por esto podía mostrar Chichí tal desesperación. Su esposa le fué relatando la triste noticia. René estaba herido, gravemente herido. Un proyectil había estallado sobre su batería, matando á muchos de sus compañeros. El oficial había sido extraído de un montón de cadáveres: le faltaba una mano, tenía heridas en las piernas, en el tronco, en la cabeza. ¡Quiero verle! repetía Chichí.

Palabra del Dia

hociquea

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