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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Luego que llegó á Venecia, se echó á buscar á Cacambo en todas las posadas, en todos los cafés, y en casa de todas las mozas de vida alegre; pero no le fué posible dar con él.

Consultó pues á Panglós, á Martin y al fiel Cacambo.

Miéntras se daban cuenta de sus aventuras Candido, el baron, Panglós, Martin y Cacambo; miéntras que discurrian acerca de los sucesos contingentes ó no contingentes de este mundo, que disputaban sobre los efectos y las causas, sobre el mal moral y el mal físico, sobre la libertad y la necesidad, sobre los consuelos que puede recibir quien está en galeras en Turquía, aportáron á las playas de la Propontis, junto á la morada del principe de Transilvania.

Hubiera ido volando á echarme en sus brazos, si me pudiera menear. He sabido que habia vm. pasado por Burdeos, donde se ha quedado el fiel Cacambo y la vieja, que llegarán muy en breve. El gobernador de Buenos-Ayres se ha quedado con todo quanto Cacambo llevaba; pero el corazón de vm. me queda. Venga vm. á verme; su presencia me dará la vida, ó hará que me muera de alegría."

Vamos apriesa, que va vm. á ser el mas afortunado de los humanos. ¡Qué gusto para los padres, quando sepan que les llega un capitan que sabe el exercicio bulgaro! Así que llegáron á la primera barrera, dixo Cacambo á la guardia avanzada que un capitan queria hablar con el señor comandante.

Su muger, que cada dia era mas fea, se hizo de una condicion de vinagre inaguantable; y la vieja cayó enferma, y era mas regañona, todavía que Cunegunda. Cacambo que cavaba el huerto y llevaba á vender la hortaliza á Constantinopla, estaba rendido de faena, y maldecia su suerte.

Cacambo que no se atosigaba por nada, sin inmutarse cogió la sotana del baron, se la echó á Candido encima, le puso el bonete de Teatino del cadáver, y le hizo montar á caballo: todo esto se executó en un momento. Galopemos, Señor: todo el mundo creerá que es vm. un jesuita que lleva órdenes, y ántes que vengan tras de nosotros, estarémos ya fuera de las fronteras.

No dexes de representarles, dixo Candido, que es una inhumanidad horrible el cocer la gente en agua hirviendo, y accion de mal cristiano. Señores, dixo alzando la voz Cacambo, vms. piensan que se van á comer á un jesuíta; y fuera muy bien hecho, que no hay cosa mas conforme á justicia que tratar así á sus enemigos.

El hombre á quien se lo preguntáron era justamente un patron español que les ofreció ajustarse en conciencia con ellos, y les dió cita en una hostería, adonde Candido y Cacambo le fuéron á esperar con sus carneros. Candido que llevaba siempre el corazon en las manos contó todas sus aventuras al Español, y le confesó que queria robar á la baronesita Cunegunda.

Cunegunda no está aquí, dixo Cacambo, que está en Constantinopla. ¡Dios mio, en Constantinopla! pero aunque estuviera en la China, voy allá volando: vamos. Despues de cenar nos irémos, respondió Cacambo: no puedo decir á vm. mas, que soy esclavo, y me está esperando mi amo, y así es menester que le vaya á servir á la mesa: no diga vm. una palabra; cene, y esté aparejado.

Palabra del Dia

ciencuenta

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