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Entre estas pláticas y un poco que dormimos se llegó la hora del levantar; dieron las seis y llamó Cabra a lección; fuimos y oímosla todos. Ya mis espaldas e ijadas nadaban en el jubón, y las piernas daban lugar a otras siete calzas; los dientes sacaba con tobas, amarillos, vestidos de desesperación.

Quéjamonos nosotros a don Alonso, y el Cabra le hacía creer que lo hacíamos por no asistir al estudio. Con esto no nos valían plegarias. Pasamos este trabajo hasta la cuaresma que vino, y a la entrada de ella estuvo malo un compañero. Cabra, por no gastar, detuvo el llamar médico hasta que ya él pedía confesión más que otra cosa.

En estas pláticas vimos los muros de Segovia, y a se me alegraron los ojos, a pesar de la memoria, que con los sucesos de Cabra me contradecía el contento. Llegué al pueblo, y a la entrada vi a mi padre en el camino, aguardando ir en bolsas, hechos cuartos, a Josafad. Enternecíme, y entré algo desconocido de como salí, con punta de barba, bien vestido.

Mañana lo sabré y se lo diré; mire que me ha prometido ir a ver mis cuadros, no lo olvide». Al día siguiente, al entrar en casa, supe que Pombo acababa de salir; sobre el escritorio encontré una hoja de papel suelta, un viejo borrador mío, con este verso: Cumplo, amigo, mi palabra; Cúmplala usted como yo. Ramón Guerra se curó Tomando leche de cabra. Eso es bogotano puro.

Y aquí, por vía de ilustración, apuntaremos que en los primeros veinte años de la conquista el precio mínimo de un caballo era de cuatro mil pesos, trescientos el de una vaca, quinientos pesos el de un burro, doscientos el de un cerdo, cien el de una cabra o de una oveja, y por un perro se daban sumas caprichosas.

Apuesto a que el título de la pieza será La cabra tira al monte dijo Rafael en voz baja a la condesa. Aludía esto a los amores de María con Pepe Vera, que todo el mundo sabía menos aquellos dos hombres, tan parciales de María que nunca pudo ni la nobleza del uno ni la buena fe del otro sospechar algo malo en ella.

17 Mas el primogénito de vaca, y el primogénito de oveja, y el primogénito de cabra, no redimirás; santificados son; la sangre de ellos rociarás sobre el altar, y quemarás la grosura de ellos, ofrenda encendida es para el SE

Y todo esto creerá quien supiere lo que me contó el mozo de Cabra, diciendo que él había visto meter en casa, recién venido, dos frisones y que a dos días salieron caballos ligeros, que volaban por los aires; y que vió meter mastines pesados, y a tres horas salir galgos corredores; y que una cuaresma topó muchos hombres, unos metiendo los pies, otros las manos, otros todo el cuerpo, en el portal de su casa, esto por muy gran rato, y mucha gente que venia a solo aquello de fuera; y preguntando un día que qué sería, porque Cabra se enojó de que se lo preguntase, respondió que los unos tenían sarna y los otros sabañones, y que en metiéndolos en aquella casa morían de hambre, de manera que no comían de allí adelante.

De vez en cuando pasaba por esta cinta de terreno una vaca, un cerdo, una cabra, y la sombra de sus cuerpos, proyectada por el sol sobre el suelo amarillo, bastaba para que Plumitas se estremeciese, pronto a dejar la cuchara y empuñar el rifle.

D. Pedro de Córdoba, marqués de Priego, D. Diego Fernandez de Córdoba, conde de Cabra, D. Diego Fernandez de Córdoba, alcaide de los Donceles, y D. Alonso Fernandez, señor de la casa de Alcaudete, pidiendo gozar de las prerogativas que gozaban todos los descendientes de la Cepa de Córdoba, asi en el tañer de las campanas como en lo demas.