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Actualizado: 10 de julio de 2025


Allá en un rincón el médico de cabecera escribía una receta. Al divisar a su hija, la duquesa volvió los ojos hacia ella con expresión de ansiedad y extendió una mano para llamarla. Acércate, hija mía dijo con voz bastante clara.

Yo no debo dudar sin embargo de lo referido, ni investigar dichos rios: porque en la instruccion que V. S. me entregó, se me manda demarcar el rio Igatimí con la cabecera del rio Aguaray, y que hecho esto me retire, contentándome con hacer lo que los últimos demarcadores: esto es, que tome al Igatimí por el Igurey,

Nada existía en el mundo para esta madre, sino su hijo, a cuya cabecera había pasado quince días sin comer, sin dormir, llorando y rezando. La dentición del niño no podía avanzar, por no poder romper las encías hinchadas y doloridas. Su vida peligraba. El duque aconsejó a la afligida madre que consultase a Stein; y, verificado así, el hábil alemán salvó al niño con una incisión en las encías.

-Vuestra merced se sosiegue, señor mío -respondió Sancho-, que bien podría ser que yo me hubiese engañado en lo que toca a la mutación de la señora princesa Micomicona; pero, en lo que toca a la cabeza del gigante, o, a lo menos, a la horadación de los cueros y a lo de ser vino tinto la sangre, no me engaño, ¡vive Dios!, porque los cueros allí están heridos, a la cabecera del lecho de vuestra merced, y el vino tinto tiene hecho un lago el aposento; y si no, al freír de los huevos lo verá; quiero decir que lo verá cuando aquí su merced del señor ventero le pida el menoscabo de todo.

Durante ocho días los amigos de la familia acamparon en la casa, durmiendo donde podían, comiendo lo que encontraban y ocupándose exclusivamente de la enferma. Los dos médicos estaban encadenados a la cabecera de Germana.

A la cabecera, la ropa estaba cuidadosamente doblada en una silla; las enaguas y las medias puestas las unas sobre las otras muy en orden, y sobre la pequeña alfombra del lado de la cama las zapatillas dispuestas de manera de poder deslizar en ellas los pies al levantarse.

Si nuestra casa era visitada por alguna enfermedad, Angustias se hallaba siempre a la cabecera de la cama, y cuando se trataba de enjugar lágrimas, consecuencia de alguna travesura de chiquillos, su palabra cariñosa nos proporcionaba pronto consuelo. Pero la ciencia de la bondadosa niñera era más patente cuando estábamos contentos.

Esta táctica parecía excitar cada vez más la locuacidad del enfermo; y aun se advertían en él ciertos deseos de comunicar alguna cosa de más trascendencia; mas tales deseos veíanse contenidos por la reserva y el silencio de Julia. Una mañana, por fin, ésta vino a sentarse más temprano que de costumbre a su cabecera.

11 y se encontró con un lugar, y durmió allí porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel lugar y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. 13 Y he aquí, el SE

Sólo ha cambiado el talle, engruesado por la edad, y, sobre todo, ha venido la enfermedad triste e implacable que la mitad del tiempo clava a Genoveva en la cabecera de su madre, sin que la una ni la otra pierdan por eso una sola de sus sonrisas ni un átomo de su apacible amabilidad.

Palabra del Dia

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