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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Era la historia de José María, «el rey de Sierra Morena». Las enfermizas imaginaciones de estos torpes engendros exaltábanse al leer, en el silencio del encierro, las hazañas del caballeresco bandido, al contemplar en las láminas las arrogantes figuras de los paladines de carretera, con sus grandes patillas, el trabuco debajo del brazo y el cinto repleto de onzas.

Y desde que Bringas se fue a la oficina, emperejilose para recibir al que, mientras estuvo ausente, había llenado su pensamiento en las horas de mayor tristeza. Porque de fijo D. Manuel vendría de los baños más avispado, más caballeresco y más liberal que antes lo fuera, y lo fue mucho.

Parecíale que aún quedaba en aquella suavidad algo del calor de los hombros desnudos; creía estar envuelto en la piel de Leonora, y el perfume de su cuerpo, que sentía junto a él, aumentaba esta ilusión. Rafael, con voz entrecortada, contestaba a sus preguntas. Lo que usted ha hecho decía la artista merece honda gratitud. Es un arranque caballeresco digno de otros tiempos.

Sin embargo, un demonio burlón murmuraba á mi oído que según todas las previsiones de la humana discreción, Margarita hallaría más paz y felicidad real en la amistad templada de un marido razonable, que en la pasión real de un esposo caballeresco. ¿Será esto verdad, será esto posible? ¡Yo no lo creo!

Los filósofos griegos, próximos a desaparecer en el olvido, se salvaban siguiendo al árabe invasor en sus conquistas. Aristóteles reinaba en la famosa Universidad de Córdoba. Nacía el espíritu caballeresco entre los árabes españoles, apropiándoselo después los guerreros del Norte, como si fuese una cualidad de los pueblos cristianos.

La señorita Helouin es además bonita, inteligente y llena de talento, y aunque prodigue un poco todo esto, por la vivacidad de sus salidas, su febril coquetería, y esa ligera pedantería que son las propensiones habituales del empleo, convengo en que había muy poco mérito en sostener el papel caballeresco que me había propuesto.

Le llenaba de orgullo la nobleza y el carácter caballeresco de la juventud del fundador, pensando en las otras Ordenes, que no tenían entre sus iniciadores más que eremitas miserables, santos piojosos, salidos de las últimas capas sociales.

Por algunos instantes no se oyó más que ¡viva Consuelo! ¡viva Consuelo! entre la muchedumbre frenética. No hay quien no quiera ayudarla y quien no la colme de flores y agasajos. El alférez atlético, con ademán caballeresco, pone una rodilla en tierra y la invita a que afiance el pie sobre su muslo. La intrépida joven no se hace de rogar y lo ejecuta, sentándose de un salto en la tabla.

Pero en lo alto de la hoja, donde los abuelos ponían su mote de fidelidad á Dios y al rey, él había hecho grabar «¡Viva la República!». Sin este sable caballeresco, se negaba á tomar parte en una revolución.

Escribió un drama heroico, un drama caballeresco, la epopeya de los conquistadores en las Indias vírgenes, con estrofas sonoras en las que vibraba un tintineo de espadas y corazas, y los profesionales recibieron sonriendo como hienas a este niño de buena familia que venía a quitarles el pan de la mesa. Muy bonitos los versos, pero «aquello no era teatro». Resultaba demasiado poeta para la escena.

Palabra del Dia

ciencuenta

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