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Actualizado: 25 de junio de 2025
Mostraba entre las puntillas de la camisa sus pobres pechos de tísica, que apenas si se destacaban con ligera hinchazón sobre el mísero costillaje. Era una criada que había dado a luz una niña; una pobre bestia de trabajo convertida en madre por el capricho momentáneo del señorito. La chaquetilla de señora que le servía de abrigo en el hospital era tal vez la única recompensa de su caída.
En medio del silencio que reinaba en la casa, turbado solo por alguno que otro debil ronquido que partía del vecino aposento, Basilio oyó pasos ligeros en las escaleras, pasos que cruzaron despues la caida dirigiéndose á donde él estaba. Levantó la cabeza, vió abrirse la puerta y con gran sorpresa suya, aparecer la figura sombría del joyero Simoun.
Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encubría la caída de San Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en el retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vido tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía.
Al día siguiente, caminaba la tía María hacia la habitación de la enferma, en compañía de Stein y de Momo, escudero pedestre de su abuela, la cual iba montada en la formal Golondrina, que siempre servicial, mansa y dócil, caminaba derecha, con la cabeza caída y las orejas gachas, sin hacer un solo movimiento espontáneo, excepto si se encontraba con un cardo, su homónimo, al alcance de su hocico.
Y para dar más fuerza a sus ruegos se abrazaba a Rafael, acariciaba su cabeza caída y pensativa, dentro de la cual se agitaban tempestuosas las ideas, removiendo profundamente su voluntad.
El recurso de dejarlos a solas con su pecado, había producido muy buenos frutos. Poco a poco se habían ido levantando de su caída, y ya le echaban de menos.
Mientras la multitud celebraba con aplausos maquinales las frases de su orador favorito, el otro se iba sumergiendo lentamente en profunda melancolía. Nada es más terrible que estos momentos de desencanto en que el alma yace atormentada por los dolores de la caída: el tormento de esta situación consiste en cierta ridiculez que rodea todos los recuerdos de las pasadas ilusiones.
Con la proclamación de la monarquía en España, comenzó el deshielo en el campo carlista. La batalla de Lácar, perdida de una manera ridícula por el ejército regular en presencia del nuevo rey, dió alientos a los carlistas, pero a pesar del triunfo y del botín la causa del Pretendiente iba de capa caída.
¡Juy, Pare Santo! ¡Y qué mal genio gasta el señó!... ¡Ni que juese el Livanó que toma las declarasiones!... ¡En el estaribel te veas, mardito, y que el Baró no quiera sacarte ni con fianza!... Cuando pasado mediodía cesaba la afluencia en el mercado, las gitanas, en vez de volverse a las Cambroneras, seguían hacia el centro de Madrid, callejeando hasta la caída de la tarde.
8 Y otro ángel le siguió, diciendo: Ya es caída, ya es caída Babilonia, aquella gran ciudad, porque ella ha dado a beber a todos los gentiles del vino de la ira de su fornicación. 9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y toma la marca en su frente, o en su mano,
Palabra del Dia
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