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Actualizado: 3 de mayo de 2025


En el segundo habitan los comerciantes, los banqueros, los cambistas, las gentes de moda, de actualidad, gentes que quieren producir efectos cómicos ó trágicos, y los miles y miles de curiosos y de negociantes extranjeros que este gran centro llama.

Y como para que el teatro se sostuviese era preciso el concurso de todos, el resultado era que los cómicos se escapaban siempre muertos de hambre. Lo primero que le preguntaban a don Mateo en las casas cuando iba a suplicar que se abonasen, era: ¿Se han abonado Fulano, Mengano y Zutano? Si contestaba afirmativamente, ya se sabía lo que le decían: Pues no cuente usted con nosotros.

Estos gustos estéticos le habrán inclinado a ir al Español; además, en los pueblos hay una marcada preferencia por los dramas en verso. La compañía de cómicos que llegan la dividen en compañías de verso y compañías de canto. Claro está que los hombres graves prefieren la de verso, y como Sarrió es un hombre grave, habrá indudablemente ido al Español. Yo también voy.

Soy la misma Sanguijuelera, más saludable que el tomillo, más fuerte que la puerta de Alcalá, siempre ligera para todo, siempre limpia como los chorros del oro, más fiera que el león del Retiro, si se ofrece, resignada con la mala suerte, sin deber nada a nadie, y más charlatana que todos los cómicos de Madrid».

Es en alto grado probable que ya en la primera mitad del siglo XVII representaran en París cómicos españoles, aunque, á decir verdad, no hemos encontrado datos históricos fidedignos que lo confirmen. La noticia relativa á la compañía de Sebastián del Prado, que vino á España con la infanta María Teresa, hija de Felipe IV, pertenece al período subsiguiente de la historia del teatro español.

Faltándoles obras poéticas útiles y medios para escribirlas, debieron los actores, imitando en esto el ejemplo que antes les diera Lope de Rueda, salir por mismos del apuro. Muchos otros nombres de poetas cómicos y de actores podemos añadir á los citados antes.

Porque allí veía al artista tal como era, no como tenía que fingir que era. Por un instinto de buen gusto, de que él no podía darse cuenta, lo que aborrecía en las representaciones públicas era la mala escuela de declamación, la falsedad de actitudes, trajes, gestos, etc., etc., de los cómicos que iban por aquel pobre teatro de provincia.

¡Cha: currela, que sinela er jambo! «¡Oye: trabaja, que mira el amo!» Y cada uno se entregaba a su faena, con tal ardor, con esfuerzos tan cómicos, que muchas veces Rafael no podía contener la risa. Había cerrado la noche. La lluvia caía como polvo de agua, sobre los guijarros del patio.

Por ferias ó por pascuas suele ir una compañía de cómicos de la legua, ó de titiriteros á pie ó á caballo. Entonces oye uno tutearse en las lunetas, sin previo aviso, á dos personas de distinto sexo que no se han hablado desde que se arañaban, al salir él de la escuela y ella de la amiga; esto es, cuando tenían siete años.

El batir de los tamborcitos, el estrépito de las trompetillas de hoja de lata, la música nasal de los acordeones y los organillos se mezclaban en concierto de carnaval, y en medio de todo, la muchedumbre iba y venía empujándose, tropezándose, con la cara vuelta hácia las tiendas de modo que los choques eran frecuentes y no poco cómicos.

Palabra del Dia

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