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Pero en general preferían a esto hablar de animales: v. gr., del instinto de algunos, como el perro y el elefante, aunque siempre negándoles, por supuesto, la inteligencia: «el castor fabrica hoy su vivienda lo mismo que en tiempo de Adán; no hay inteligencia, es instinto». Hablaban también de la utilidad de otros irracionales; el cerdo, del cual se aprovechaba todo, la vaca, el gato, etc., etc.

Era tal la belleza de los dos jóvenes Cástor y Pólux, y de su hermana Helena, la del cuello de cisne, segun la pintan los poetas, que los griegos, propensos á materializarlo todo con su risueña mitología, los supusieron hijos del mismo Júpiter.

Entre los obscuros jinetes de la Guardia municipal pasaban vistosos caballeros sobre flacos y míseros rocines, con las piernas enfundadas de amarillo, doradas chaquetas y anchos sombreros de castor con gruesa borla a guisa de escarapela.

Y no me repliques más, que en sólo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente déste, que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos, y a Cástor y a Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo.

Talas razas han desaparecido, dícese, del mismo modo que vemos desaparecer al infortunado castor que si bien no puede hablar, llora. Hase dicho con harta ligereza que aquellas extrañas figuras no eran otra cosa que focas. Mas, ¿cabe engaño en ello? Todas las especies de focas que existen son conocidas desde mucho tiempo atrás.

Al suegro abrazó con un solo abrazo, y recostole en el hombro la mano, pulcramente calzada con guante de castor, color bronce. Escriba usted si se enferma la chica suplicó con paternal angustia, preñado de lágrimas los ojos, el viejo. Pierda usted cuidado, señor Joaquín..., ¡no hay que afectarse, vamos!, cuenta con esa salud.... Adiós, Mendoya, adiós, Santián.... Gracias, gracias.

Mas de repente, cuando esta voz tomaba cuerpo y comenzaba a excitar en los ánimos el terror que infunde todo poder oculto y la indignación que inspira toda cobarde añazaga, levantóse otra voz contraria, que nadie supo nunca de dónde salía ni quién la atizaba, y que se extendió, sin embargo, por todas partes, con grandes visos de certeza, a la manera que esparce un pozo subterráneo por todos lados sus húmedas filtraciones... Díjose que en el fondo de todo aquello había tan sólo una intriga galante, que existía en el Juzgado un billetito concediendo una cita y que obraba también en poder del juez una prenda acusadora, perteneciente a la promovedora del crimen: una talma de pieles de castor, marcada por la parte de dentro con una etiqueta negra, en que con letras rojas decía: Worth.