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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Y el silencio monacal de la casa del hermano Vicente conmovíase escandalizado por una lluvia de ruidosos besos y por los suspiros de pasión que acompañaban a los fuertes abrazos. Al colocar la mesa de comedor, sentáronse frente a frente; pero arrepentidos de establecer entre los dos este obstáculo, diéronse las manos por encima de ella, mientras por debajo se buscaban los pies.

Morsamor y los suyos vieron con sorpresa que sus contrarios, en confuso desorden, huían a la desbandada, tiraban las armas para correr con mayor ligereza y buscaban refugio y escondite en lo más intrincado del bosque, ya que no en las entrañas de la tierra. ¿Qué poder misterioso acudía en auxilio de Morsamor? No tardaron en aparecer los imprevistos auxiliares. Venían en ligeros caballos.

Al ver las hojas con sus contornos y nervaduras inmutables en el hueco de su mano, sintió renacer una multitud de recuerdos que rechazaba con timidez. Sus pensamientos buscaban entonces refugio en el pequeño mundo de Eppie, el cual sólo pesaba ligeramente en su cerebro debilitado.

Los dos amigos subieron sobre cubierta, donde no tardaron en encontrar al hombre que buscaban. El comisionista, que hablaba algo de español, entabló conversación con él, y después de algunas frases triviales, le dijo: ¿Se ha ido a la cama su amo de usted? , señor respondió el criado, echando a su interlocutor una mirada llena de penetración y malicia. ¿Es muy rico?

Era oportuno no matar al gigante, para que así no quedasen perdidas las grandes sumas que había costado su manutención, y era conveniente también que en adelante no comiera á costa del Estado, consiguiéndose de tal modo la economía que buscaban los amigos del gobierno.

Y, en tanto que le hacía esta y otras preguntas, oyeron grandes voces a la puerta de la venta, y era la causa dellas que dos huéspedes que aquella noche habían alojado en ella, viendo a toda la gente ocupada en saber lo que los cuatro buscaban, habían intentado a irse sin pagar lo que debían; mas el ventero, que atendía más a su negocio que a los ajenos, les asió al salir de la puerta y pidió su paga, y les afeó su mala intención con tales palabras, que les movió a que le respondiesen con los puños; y así, le comenzaron a dar tal mano, que el pobre ventero tuvo necesidad de dar voces y pedir socorro.

¡Este es el triunfo, madre, Dame la muerte, Dámela despacito, No me atormente! Y así siguió toda la noche la jarana, mientras la caña circulaba y los corazones anhelosos se buscaban, tratando de fundir en una sola todas sus aspiraciones.

Además, el pozo del rancho, que proporcionaba un agua relativamente dulce, no ofrecía ya mas que sal líquida. Los hombres habían huído, arruinándose con rapidez las construcciones de adobes. Únicamente los vagabundos buscaban el abrigo de sus techos rotos.

Los maridos no necesitaban menos de la presencia de Aresti. Le consultaban en los asuntos de familia, y, apenas terminado su trabajo en las minas, le buscaban por las noches, organizando en su honor cenas pantagruélicas.

Esto era todo para él, que había mandado docenas de hombres de áspera dureza que infundían terror al bajar en los puertos. Nadie le consultaba ahora, mientras que en el mar todos buscaban su consejo y muchas veces necesitaban interrumpir su sueño. La casa podía existir sin que él la visitase diariamente desde las cuevas al tejado, revisando hasta el último grifo.

Palabra del Dia

reclinándose

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