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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Señora Braun, hágame el favor de traerme al jardín el ramo que verá usted en un jarro del Japón sobre una mesita del cuarto de Magdalena, porque hay que hacerlo enteramente igual a ése.

»Después de esto sólo me dirigió la palabra para hablarme de asuntos generales. ¡Santo Dios! Me da miedo su abstracción; me espanta el ver su indiferencia hacia las cosas relacionadas hasta con su propia vida. »Cuando acabó la comida durante la cual casi no hablamos, le abracé llorosa y él me acompañó hasta el coche que a la señora Braun y a nos volvió a nuestra casa de París.

«Efectivamente, poco después encontraba yo a Magdalena sentada junto a la ventana, y, al parecer, muy contenta, contemplando el jardín. «Entre su padre y la señora Braun la habían ayudado a trasladarse desde el lecho hasta el sillón.

»Me acuerdo aún de los juegos y las caricias de nuestra niñez, pasada en la hermosa quinta que usted posee en Ville d'Avray, ante los benévolos ojos de la señora Braun. »Magdalena y yo aprendimos allí a tutearnos.

No en vano dicen que la sombra es lo que hace que el sol sea deseable. ¿Hay inconveniente en que hagas comprender a Antoñita que nos prestaría un señalado servicio alejando de aquí por un rato a la señora Braun? Me parece que se queda aquí más por costumbre que por prudencia, y no creo que tu padre le haya dado el encargo de vigilarnos.

No tardó en retirarse Antoñita, cuya desaparición no advirtieron ni Amaury ni Magdalena, y aun podría asegurarse que ambos la creían presente cuando al dar las once se les acercó la señora Braun, para recordar a Magdalena que su padre no permitía que se acostase más tarde. Hubieron, pues, de separarse por fuerza, no sin hacerse las más tiernas promesas para el día siguiente.

Yo me quedaré aquí entre el recuerdo de Magdalena, del mismo modo que usted se queda a vivir junto al sepulcro. Custodiaré esos recuerdos a los que rendiré culto resucitando en mi imaginación a cada instante los días que ya pasaron. Confío en que la señora Braun no tendrá inconveniente en hacerme compañía y hablaremos de Magdalena como de una ausente con la cual habremos de reunimos un día.

»Tratando de resistir a mi propio deseo le respondí que la señora Braun, obedeciendo a instrucciones del señor de Avrigny, no se prestaría en modo alguno a secundar nuestros planes. » ¿Y qué necesidad tenemos de la señora Braun? repuso Magdalena.

Este es el único que sin ser sesentón tiene entrada en mi casa, y yo le recibo en presencia de la señora Braun, naturalmente. Y si goza tal privilegio, bien sabe Dios que no lo debe a su insulsa conversación, sino a la circunstancia de ser amigo de usted, hermano mío.

»He hecho cerrar todos los postigos de su aposento, y a la débil luz de la lamparilla he visto cómo su tez recobraba poco a poco el color de la vida y su respiración, ya tranquila, levantaba su pecho a intervalos iguales. Entonces he besado su frente, húmeda y enardecida, y he salido de puntillas, procurando no hacer ruido. »A su lado quedan Antonia y la señora Braun.

Palabra del Dia

aprietes

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