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Paso a paso, fuerza y bríos fué mi espíritu cobrando: «Caballero dije o dama: mil perdones os demando; mas, el caso es que dormía, y con tanta gentileza me vinisteis a llamar, y con tal delicadeza y tan tímida constancia os pusisteis a tocar que no oí» dije y las puertas abrí al punto de mi estancia; ¡sombras sólo y... nada más!
Los «pingüinos», a su vez, enviaban una diputación de matronas al territorio hostil, y su presencia parecía excitar la laboriosidad de las visitadas, que acometían con nuevos bríos sus labores de gancho y de bordado, siguiendo la conversación sin levantar cabeza del trabajo.
A los tres cuartos de hora se sentaba el enfermo por su propio esfuerzo y por su libre voluntad; otro cuarto de hora después, pedía minuciosas noticias de todo lo que le había pasado; a la hora y media, comía con gran apetito y bebía cuando le daban; y sin cumplirse las dos horas, ensayaba sus bríos de caminante pataleando sobre la nieve y rogando al Cura y a Neluco que se rompiera la marcha cuanto antes.
Volvió a la Península , y concluída su carrera fué opositor a Notarías, con tan brillante resultado que obtuvo el número 2 entre los cien aspirantes aprobados, mereciendo una de las vacantes en Madrid. Volvió al Arte, después de diez años de apartamiento, con renovados bríos.
Los nuestros, a quien la desesperación, de valientes, hizo valentísimos, añadiendo a la temeridad nuevos bríos, arremetieron al navío y casi sin recebir herida le entraron y le ganaron, y alzóse una voz entre nosotros que a todos les quitásemos la vida por ahorrar de balas y de estómagos por donde se fuese el bastimento que en el navío hallásemos.
Me levanté fuera de mí, y así una silla con resolución hostil; pero lord Gray permaneció tan impasible, tan indiferente a mi cólera, y al mismo tiempo tan sereno y risueño, que sentime sin bríos para descargarle el golpe. Despacio. Nos batiremos luego dijo rompiendo a reír con expansiva jovialidad . Ahora voy a declarar la causa de ese repentino enfado y anhelo de matarme. ¡Pobrecito de mí!
Creyeron siempre los Griegos que nuestros Catalanes fueran como los Alanos y Turcoples, que no se les levantaban los pensamientos á más que vivir con una triste y miserable paga; pero cuando vieron provehidos en ellos los oficios de César, Megaduque, Senescal y Almirante, y que tenian brios para aspirar á los que quedaban, advirtieron su daño, y comenzaron á sentirse de que las fuerzas y honras del Imperio se pusiesen en manos de extranjeros.
Sin duda, eran los obstáculos los que me daban antes bríos y fuerza, el ver que todo el mundo se plantaba a mi paso para estorbarme. Que uno quería vivir, el obstáculo; que uno quería a una mujer y la mujer le quería a uno, el obstáculo también. Ahora no tengo obstáculos, y ya no se qué hacer. Voy a tener que inventarme otras ocupaciones y otros quebraderos de cabeza.
Entre tanto, y todo esto fue en menos tiempo que el que yo empleo en decirlo, la mencionada mano libre se hizo atrevida; pero contra todo atrevimiento son valladar y estorbo los bríos del alma, y estos valieron bien a la gallarda vencedora. Al sentir el insolente contacto, el rubor tino sus mejillas; brillaron como ascuas sus ojos, la ira trocó en espantosa su linda cara.
El Perú estaba amagado por flotas filibusteras: y por muy buen gobernante que hiciese don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, faltábale los bríos de la juventud. Jorge Spitberg, con una escuadra holandesa, después de talar las costas de Chile, se dirigió al Callao.
Palabra del Dia
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