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Actualizado: 4 de julio de 2025
El entusiasmo que la joven sentía era como los encantos de una moda que empieza. Iban, pues, los dos amantes, como he dicho, por aquellos altozanos de Vallehermoso, ya entre tejares, ya por veredas trazadas en un campo de cebada, y al fin se cansaron de tanta charla religiosa. A Rubín se le acabó su saber de liturgia, y a Fortunata le empezaba a molestar un pie, a causa de la apretura de la bota.
Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido.
Y ella, que era asaz descuidada en renovar sus vestidos, gustaba extremadamente de que su cuñado vistiese a la última moda; no consentía por ningún concepto, que anduviese un día siquiera con una bota picada o con la corbata sucia. Gozaba en verle salir con algún nuevo traje elegante.
Empezóse a ofrecer a Satanás; dejó caer las alforjas; llegóse a él el estudiante, y dijo: ¡Arriedro vayas, cata la cruz! Otro abrió un breviario; hiciéronle creer que estaba endemoniado, hasta que él mismo dijo lo que era, y pidió que le dejasen enjaguar la boca con un poco de vino, que él traía bota.
Acudió solícito, y al asomar la cara por el corredor, vio a su primo Enrique en traje de chulo; chaquetilla corta, faja de seda, camisola bordada sujeta al cuello por botones de oro, sombrero ancho de fieltro, pantalón ceñido y bota de charol: el complemento del traje era una vara en la mano, muy larga, como destinada a conducir pavos.
El canónigo tomolo respetuosamente en la mano, y levantándolo hasta el morado rayo de sol que entraba a través de la vidriera, comenzó a decir, como alguien que delira: ¡Cuántas veces una aparición de alquiceles en el horizonte le habrá hecho batir el ijar, heroica y sanguinaria! He aquí, Ramiro, el emblema de la caballería, el blasón de la bota y la sonaja del honor.
Había cogido una bota de Isabelita y tirádola dentro de la jofaina llena de agua para que nadase como un pato. «¡Ay, qué rico!» clamaba Barbarita comiéndosele a besos.
Sacó todas cuantas había y en su lugar puso piedras, palos y lo que halló, y encima dos o tres yesones y un tarazón de teja. Cerró la caja y púsola donde estaba, y dijo: -Pues aún no basta, que bota tiene el viejo. Sacóla el vino y desenfundando una almohada de nuestro coche, después de haber echado un poco de vino debajo, se la llenó de lana y estopa, y la cerró.
La mitad es debida al juego teatral de los espejos interiores; debida á la mágia parisiense. Aquí todo tiende á ser mágico; hasta la bota con que pisamos el lodo inmundo: la misma bota, el mismo zapato, la humildad aplicada al vestido del pié, lleva aquí detrás su cortejo, su galantería; au soulier galant.
Martín sacó la carta de Levi-Alvarez y el paquete de letras cosido en el cuero de la bota y separó las ya aceptadas y firmadas, de las otras. Como estas todas eran para Estella, las encerró en un sobre y escribió: «Al general en jefe del ejército carlista.» ¿Será prudente se dijo entregar estas letras sin garantía alguna?
Palabra del Dia
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