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Actualizado: 30 de junio de 2025
Y de sus bosquecillos de naranjos, y arroyos sosegados y blancos caseríos esparcidos aquí y allá dejó escapar millones de reflejos que se perdieron con dulce misterio en el aire. En ciertos parajes se extendían grandes sábanas argentadas donde se percibían con admirable claridad las siluetas de los árboles y vallados; en otros se acumulaban las sombras protegiendo el sueño de las plantas.
Había en él árboles, cosa rara en todo el contorno, y muchos pájaros en ellos, porque el arbolado los atrae y no los podrían hallar en otra parte; había también en él, orden y desorden, paseos enarenados que conducían a las verjas de entrada y que halagaban cierto afán que siempre tuve por los sitios en que puede uno discurrir con cierto aparato; paseos en los cuales las damas de otra época habrían podido desplegar sus vestidos de ceremonia; oscuros rincones, bosquecillos húmedos, apenas penetrados por el sol, en los cuales todo el año crecía el verdoso césped sobre la tierra esponjosa, lugares solitarios visitados sólo por mí, que ofrecían cierto aspecto de vejez y de abandono y estaban llenos de recuerdos.
Después de atravesar los terrenos de cultivo, nos encontramos en plena Camargue montaraz. Lagunas y acequias brillan hasta perderse de vista entre los pastos y las salicarias. Bosquecillos de tamariscos y de cañas ondulan como un mar en calma. Ningún árbol elevado turba el aspecto liso, inmenso, de la llanura. Apriscos de ganado extienden de vez en cuando su baja techumbre casi a nivel del suelo.
Hácia la cumbre el bosque disminuye y se aclara, y las pequeñas praderas de pasto natural se desarrollan como hermosas alfombras, salpicadas de lindas flores de mil matices y bosquecillos de avellanos enanos, y se aspiran con infinita delicia las brisas de las montañas, cargadas de aromas desconocidos.
Los mismos bosquecillos que rodean la ciudad no formaban masas verdes o manchas, sino que veíamos los árboles separados con admirable precisión. Por una atracción de que no me daba cuenta, mi vista se fijaba con persistencia en el espacio azul. La luz ejercía sobre mí en aquel momento la misma fascinación que sobre las mariposas.
Felipe IV se divertía en las solemnidades de la Iglesia, en las ceremonias de Palacio, en los aposentos del teatro, en los bosquecillos del Retiro; el vulgo alto y baja gozaba comentando aventuras de grandes y pequeños, y el clero a todos les absolvía de todo con tal de que no sufriesen merma sus rentas ni ataque su jurisdicción.
Sus frondosas calles de árboles cortados con el arte mas acabado, sus lagos y cascadas, sus praderas deliciosas, sus jardines y artísticos bosquecillos componen un conjunto tan alegre y risueño, tan bello y elegante, que cualquier pintor delicado no podrá ménos de contemplar absorto y complacido, sus proporciones, sus cuadros, sus luces y sombras, su poesía, enfin.
Trepado sobre un collado á mayor altura que la catarata, en medio de jardines y bosquecillos, domina completamente el abismo azul y trasparente, redondeado en forma de lago, en cuyo fondo se precipita el rio en deslumbradores torbellinos, como una borrasca de perlas y chispas de diamante.
La via corre al principio por una hermosa y vasta llanura, á la izquierda del Guadalquivir, por entre numerosas casas campestres, extensas plantaciones de hortalizas y cereales, olivares todavía recientes, prados y barbechos donde pacen los rebaños de ovejas, y algunos preciosos bosquecillos de granados que tenian el aspecto mas encantador por sus formas elegantes y sus rojas y lindas flores.
En un cercado de aspecto elegante y de una exposición acertada, yo había visto con frecuencia a Eulalia errar pensativa por entre los bosquecillos dejando flotar a merced del viento los pliegues de su túnica blanca y las ondas de su cabellera, o bien, a la caída de la tarde, regar con agua pura las flores de sus parterres, cuando éstas languidecían marchitas por los ardores del sol, como símbolo conmovedor de un alma tierna que se consume calladamente de amor; y cada vez un deseo inquieto, un sentimiento, mezcla de turbación y de voluptuosidad, se deslizaba por mis venas y hacía hervir mi sangre.
Palabra del Dia
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