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Actualizado: 22 de junio de 2025
Más adelante, cuando supo que en Febrero y Marzo había estado Juanito Santa Cruz enfermo de pulmonía, acordose de que aquella noche lo había soñado ella. Y fue verdad que lo soñó a la madrugada, cuando su caldeado cerebro se adormeció, cediendo a una como borrachera de cavilaciones.
Contúvose, sin embargo, porque sabía cuán terribles eran las embestidas de Diógenes, y con forzada sonrisa contestó: Mira, Diógenes, la borrachera de ayer te dura todavía... ¿En qué cabeza cabe sino en la tuya, de bala rasa, que fuera yo a venderme a mi mujer por un puñado de duros?...
Su primo había realizado todos sus deseos: una flota en el mar, altos hornos de fundición junto á la ría, casi todo el mineral de Vizcaya monopolizado por él, y el dinero acudiendo á sus manos, embriagándolo con la borrachera de la fortuna. La madre de Aresti había muerto mientras él estaba en París: había languidecido, como su cuñado, en aquel ambiente de grandeza que la asustaba.
Señores dijo en voz baja a don Álvaro y a Orgaz conste que protesto, y que obedezco a fuerza mayor, a la fuerza de la borrachera de ustedes, al permanecer en semejante sitio. ¡Bien, hombre, bien! Conste que esto no es una abdicación.... No... qué ha de ser... abdicación.... Ni una profanación.
Los de más allá, en el último grado del embrutecimiento y de la embriaguez, se entretienen en machacar entre dos balas la mano de un marinero a quien la borrachera ha matado. Y una porción de juegos más, a cual más original y delicado. Los gemidos, los gritos de rabia y de loca alegría se confunden y se acuerdan. El puente está enrojecido de sangre o de vino. ¡Qué importa!
El inglés seguía haciendo alardes de fuerza, completamente ebrio y causando bastante molestia a los demás, que no tenían una borrachera tan brutal. Usted es muy valiente, ¿verdad? le dijo el conde, sin dejar de sonreír con desdén. Más que usted respondió el inglés. Don Jenaro fue a lanzarse sobre él, pero le sujetaron.
¿Existirá una lógica, una armonía dentro de la absurdidad de la borrachera? Poe, haciendo eses por las calles de Nueva York la mañana que se publicó El Cuervo, era un montón abyecto de carne, un borracho grotesco; pero ¿qué maravillosas creaciones se forjaban en su laboratorio interior?
No era lo mismo lo que había creído ver en el delirio o exaltación de la borrachera y la realidad que se le había presentado por la mañana; pero aun esta realidad excedía con mucho al estado que verosímilmente se hubiera podido atribuir a lo que él denominaba encantos velados y probablemente marchitos de su mujer.
El remedio, en esta ocasión, casi nos parece peor que la enfermedad. ¿Por qué ha de castigar Dios a quien anhele conocerle? ¿Por qué ha de coincidir el poeta con quien inventó en prosa esta célebre frase: la funesta manía de pensar? ¿Por qué, desde el empleo de nuestras más nobles facultades en el estudio de la metafísica en general, y singularmente de la teodicea, hemos de descender, con inevitable descenso, a la borrachera y a los amores libidinosos, y todo ello sin regocijo, sino con furia, rechinar de dientes y maldiciones como de precito?
Por ello, sin duda, apenas si llamaba su atención esta apuesta que tan alborotada traía á la vega entera. Su mostrador era una atalaya desde la cual, como experto conocedor, vigilaba la borrachera de sus parroquianos.
Palabra del Dia
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