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Actualizado: 3 de junio de 2025
Sus largos cabellos de color rubio claro brillaban como rayos de sol, y en sus ojos límpidos y francos, que se iluminaban con una llama jovial para tomar en seguida una expresión soñadora y tranquila, había un mundo entero de ternura y de bondad. Se unió desde entonces con verdadera pasión, al hermano que durante tanto tiempo lo había descuidado.
Estos días han sido de prueba para la bondad del Señor. ¡Lo que habrán ofendido su santo nombre en las fiestas de máscaras! ¡Los pecados con que habrán puesto a prueba su bondad infinita!... Ahora es el buen momento: el del cansancio y el desengaño.
La razon por la cual Dios lo percibe todo, no es su simple presencia, sino su operacion; porque conserva las cosas por una operacion que produce continuamente lo que en ellas hay de perfeccion y de bondad; pero no teniendo las almas influencia inmediata sobre los cuerpos, ni los cuerpos sobre las almas, su correspondencia inmediata no puede ser explicada por la presencia. Respuesta de Clarke.
12 Porque la suministración de este servicio, no solamente suple lo que a los santos falta, sino también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; 13 que por la experiencia de esta suministración glorifican a Dios por la obediencia de vuestro consentimiento en el Evangelio del Cristo, y en la bondad de la comunicación para con ellos y para con todos;
Si el público fuera en realidad equivalente al vulgo, si el público y el pueblo fuesen la misma entidad, aún se podría sostener que posee, si no reflexivo acierto para apreciar la bondad, la verdad o la belleza, instinto semi-divino y casi infalible que le lleva a fallar sobre todo ello con justicia.
El Nacional renunció a las más altas glorias de la tauromaquia. Banderillero nada más. Se resignaba a ser un jornalero de su arte, sirviendo a otros más jóvenes, para ganar un pobre sueldo de peón con que mantener a la familia y hacer ahorrillos que le permitiesen establecer una pequeña industria. Su bondad y sus honradas costumbres eran proverbiales entre la gente de coleta.
Un día, hace apenas tres, el señor alcalde vino a verme a mi casa, me llamó aparte y me dijo: Hermano cura, necesitamos mi familia y yo de la bondad de Vd., porque tenemos un asunto grave, y en el que se juega tal vez la vida de una persona que queremos muchísimo. ¿Pues qué hay, señor alcalde? le pregunté asustado.
Viendo Tirso que la madre atendía sus exhortaciones, no solamente insistió en ellas, sino que trató de conquistar el ánimo de Leocadia, siéndole necesario para ello aguzar la astucia, pues la diferencia de caracteres entre doña Manuela y su hija pedía táctica diversa. La primera cedió por bondad y mansedumbre: en ella era hábito plegarse a la voluntad ajena.
Así, ¿ya no queda ninguno en esas viviendas especiales? El consejo municipal del departamento del Sena ha hecho demoler las casas de que usted habla. Ya no hay guaridas para la caza, ni caza para las guaridas. ¡Bondad divina! ¡estamos en la edad de oro! Señor Domet, usted deshoja mis ilusiones una por una. ¡Qué manera de quitar poesía a la vida!
Siempre te creí inocente. ¡Tú tan bueno, tan dulce, que de pequeño nos asombrabas a todos con tu bondad; tú que ibas para santo, como decía nuestra pobre madre!, ¡matar tú! ¡Y tan traidoramente, por medio de artefactos del infierno...! ¡Jesús! Y el Vara de palo calló, como aterrado por él recuerdo de los atentados en que habían envuelto a su hermano.
Palabra del Dia
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