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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Cuando usted me refirió el desastre de su muerte, me pareció como si yo misma hubiera perdido ese tesoro de bondad y hermosura. Y al saber que estaba enterrada en la ciudad donde paso una parte de mi vida, formé el propósito de ir a rezar delante de su tumba.
Si alguna fábula dramática, de estas ligeras, regocijadas o bufas, carece de tales prendas, cúlpese singularmente al autor y a su obra, y no al género todo y a todos los autores. ¿Tiene más el público que silbarla? Y si el público no la silba, sino que la aplaude, y la zarzuela es tonta, esto probará la bondad del público. Denle algo menos tonto y lo aplaudirá más.
Mi obligación era decir a mi padre lo que voy a decirle a Vd., pero creo que con Vd. me entenderé mejor: además, su carácter y su estado... Más adelante veré lo que he de hacer. ¿Carácter, dices? ¡Si el pobre no molesta a nadie ni se enfada nunca!... Quizá por esa bondad tengamos mucho que llorar. ¡Explícate, por Dios, hijo mío! Sí, madre; mucho que llorar y que sentir.
Y si Dios, en su infinita bondad, se dignara concedernos la suprema merced de besarle en la frente e iluminar su inteligencia con los destellos del genio, desearía igualmente que fuera la suya una genialidad única, personal, sin parecido alguno con las demás lumbreras que han florecido en la tierra. Quiero, pues, que sea un modelo, pero no imitado ni imitable.
Lo más atractivo de su persona era el halo de bondad que nimbaba su frente y la serena expresión amorosa y profunda de sus ojos garzos. Había en su sonrisa una mística expresión, siempre encesa, como en ideal culto de algún divino pensamiento. Aquel sublime encanto de la joven era la desesperación de Narcisa y de su madre, que llegaron a odiarla.
El otro, con ínfulas de filósofo, puso otra sonrisa benévola sobre estas palabras: ¿Mucho?... Las niñas de diez y ocho años nunca «sienten» mucho, por muy románticas que sean.... ¿Es ella romántica? Todas las buenas lo son. Salvador, asombrado, dijo: Sí, ¿eh? Pues claro, hombre; la bondad de las mujeres es puro romanticismo.
Yo soy aquella labradora humilde a quien tú, por tu bondad o por tu gusto, quisiste levantar a la alteza de poder llamarse tuya.
Todo esto me deleita y pasma, haciéndome concebir más adecuado concepto del infinito poder de Dios. También me ha explicado V. misterios extraños de las flores, y esto me ha interesado más, infundiéndome en el alma superior idea de la bondad y sabiduría del Altísimo.
Lo mismo el confesor que los libros devotos le aconsejaban que pensase con frecuencia en la cruenta pasión y muerte del Redentor, y así lo había hecho hasta entonces, embargada de dolor y anegada en lágrimas. Se le clavaba en el alma aquel rostro contraído y angustiado de Jesús en la cruz, aquellos ojos entornados y moribundos, donde aun ardían el amor y la bondad eterna de un Dios.
Todos, sin saber por qué, suponemos al mar mujer, todos le dotamos de una personalidad instintiva y cambiante, enigmática y pérfida. En la Naturaleza, en los árboles y en las plantas hay una vaga sombra de justicia y de bondad; en el mar, no: el mar nos sonríe, nos acaricia, nos amenaza, nos aplasta caprichosamente.
Palabra del Dia
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