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Actualizado: 25 de junio de 2025
Cuando llegó a noticia de Momo que Marisalada iba a ponerse bajo la tutela de Rosa Mística, para aprender allí a coser, barrer y guisar, y sobre todo, como él decía, a tener juicio, y que el doctor era quien la había decidido a este paso, dijo que ya caía en cuenta de lo que don Federico le había contado de allá en su tierra, que había ciertos hombres, detrás de los cuales echaban a correr todas las ratas del pueblo, cuando se ponían a tocar un pito.
Era como el perfume de una florecilla enfermiza que languidece al soplo del invierno, pero que se abriría al sol si la brisa del mediodía viniese a barrer las nubes. La cruel arlesiana encontraba demasiada firmeza en aquella mano, demasiada vida en aquel espíritu y unos latidos inquietantes en aquel corazón. Mas no era esto todo; sintió que se apoderaba de ella una sospecha desgarradora.
Fue Sarmiento, en nuestro país, el que contribuyó más eficazmente a barrer del espíritu argentino con la difusión de las luces por la educación común, esa lamentable basura moral, que es el gobierno de los niños por el miedo al cuco y de los adultos por el miedo al diablo.
Y otro día, en saliendo de casa, abro mi paraíso panal y tomo entre las manos y dientes un bodigo, y en dos credos le hice invisible, no se me olvidando el arca abierta. Y comienzo a barrer la casa con mucha alegría, paresciéndome con aquel remedio remediar dende en adelante la triste vida. Y así estuve con ello aquel día y otro gozoso.
El doble resultado de todo esto es que la tranquilidad no es ya fruta de mi huerto, y que, además, los viajes a la casa de Dios van dejando la mía sin barrer. El celo mimoso y lleno de pequeños cuidados con que antes se atendía a mi padre, es hoy prisa por acabar pronto de servirle y correr a lo que Tirso recomienda.
En seguida se caía a plomo sobre los republicanos; se les abrumaba de invectivas, se les deportaba, se les fusilaba, se les decapitaba y se les hacía picadillo; pues bonapartistas y legitimistas se unían en un odio común, para barrer de la faz de la tierra a tales bípedos.
Sofocada y risueña la muchacha echaba lumbres por ojos, boca y mejillas. ¿Perucho? ¿Peruchón? ¿Ritiña, Ritona? contestó don Pedro devorándola con el mirar. Dicen las chicas que vengas.... Estamos muy enfaenadas arreglando el desván, donde hay todos los trastos del tiempo del abuelo. Parece que se encuentran allí cosas fenomenales. Y yo ¿para qué os sirvo? Supongo que no me mandaréis barrer.
Palabra del Dia
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