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Lo cierto es que D. Pedro Minio, marqués de Santa Bárbara, era persona imponente en una parada, o pasando revista de inspección en los cuarteles, o dando militares gritos en las varias Direcciones que desempeñó.

«; aquí donde me ves agregó Santa Cruz con jovialidad , yo también le tengo cariño a ese muñeco... quiero decir que no me libré del contagio de vuestra manía de meter chicos en esta casa. Cuando Bárbara me lo dijo, estaba ella tan creída de que era mi nieto, que yo también me lo tragué.

Creo que la costumbre de tirar diariamente á la calle media talega, es una diversion no vista, un entretenimiento díscolo, una limosna bárbara, rusa, vecina del Cáucaso; pero al fin y al cabo es una limosna, y muchos infelices comen con aquella manía.

No hablo solamente de aquéllos, á que en nuestros días se da una necia y bárbara preferencia; de aquéllos, que abortan una cuadrilla de hambrientos é ignorantes poetucos, que, por decirlo así, se han levantado con el imperio de las tablas para desterrar de ellas el decoro, la verosimilitud, el interés, el buen lenguaje, la cortesanía, el chiste cómico, la agudeza castellana.

Pero ¡qué lindo, ché!... Y es el marido el que va á dirigir el desafio... Y los otros dos se pelean por su mujer... Pero ¡qué gringos tan sabrosos! Me gustará ver eso... ¡Cosa bárbara! Luego añadió, serenándose: que acepto el ser padrino. Eso vale más que una comedia en Buenos Aires ó una de esas historias del biógrafo que traen loca á mi niña.

El más suntuoso entre éstos es el que, en la Capilla de Santa Bárbara, ocupa el célebre Obispo D. JUAN LUCERO, aquel que tanto sonó en las disensiones matrimoniales de D. Pedro el Cruel, por haber autorizado el repudio de doña Blanca de Borbón y casado al Monarca con D.ª Juana de Castro.

Bárbara manifestaba a su madre con gozo discreto, que Baldomero no le daba el más mínimo disgusto; que los dos caracteres se iban armonizando perfectamente, que él era bueno como el mejor pan y que tenía mucho talento, un talento que se descubría donde y como debe descubrirse, en las ocasiones.

Crióse Preciosa en diversas partes de Castilla, y a los quince años de su edad su abuela putativa la volvió a la Corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos, en los campos de Santa Bárbara, pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende.

Como he dicho, la sobrecámara de la toldilla tenía una trampa que daba a la cámara del capitán; por ella bajamos nosotros y cerramos la puerta de nuestra cámara, donde solíamos dormir los vascos. Quedamos incomunicados. En seguida el piloto nos mandó encender la linterna de la Santa Bárbara, bajamos al pañol de las armas y de la pólvora y tomamos cada uno nuestro rifle y cartuchos en abundancia.

-Eres lo más inútil ... Verás si yo la saco. -Quisiera verlo contestó Gil; y los dos se alejaron en dirección á Santa Bárbara. -Ya has olvidado tus antiguas mafias, diablo de abate; ya no sirves para el caso. A ver cómo puedo yo entrar ahí; discurre un medio, un ardid cualquiera: ¿para qué te sirve esa travesura? á ver. -Hay un medio magnífico contestó Carrascosa. -Pues explícate pronto.