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Actualizado: 26 de julio de 2025
No envidiéis la suerte de los artistas; sufren hasta en sus triunfos. El brillo de algunos está sobradamente compensado con las tristezas de otros muchos. En resumen, dan más de lo que reciben y si ponéis en una balanza de equidad de una parte el talento del artista y de otra los bravos y el dinero de los espectadores, pesará más, ciertamente, el talento.
En el fondo, a los lados del rompimiento y en el zócalo de madera, estanterías con frascos de substancias diversas, y libros. En el ángulo de la derecha un aparador pequeño. A la izquierda de la escena, la mesa de laboratorio con los objetos que en el diálogo se indican. Formando ángulo con ella, la balanza de precisión en un soporte de fábrica. En el centro, una mesa pequeña para comer.
Pero que exige e impone, con la fuerza imperiosa de un deber de conciencia, la obligación de considerar en la Grandeza una carga a la vez que un honor; de servir de ejemplo en los pensamientos, en las palabras, en las acciones y en las costumbres; de sostener la dignidad de las glorias que representa; de echar, como Breno, el peso de la espada o el peso de la inteligencia en la balanza en que oscilan la ruina y el esplendor de las naciones; de sentir algo más que voluptuosidades; de querer algo más que placeres; de saber defender un trono cuando se hunde, como en España el 68; de saber morir como un rey cuando le degüellan, como en Francia el 93.
22 De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás de las bestias del campo; 23 pues aun con las piedras del campo tendrás tu concierto, y las bestias del campo te serán pacíficas. 27 He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así: Oyelo, y juzga tú para contigo. 1 Y respondió Job y dijo: 2 ¡Oh, si pesasen al justo mi queja y mi tormento, y se alzasen igualmente en balanza!
Con todas estas mismas partes la pidió también otro del mismo pueblo, que fue causa de suspender y poner en balanza la voluntad del padre, a quien parecía que con cualquiera de nosotros estaba su hija bien empleada; y, por salir desta confusión, determinó decírselo a Leandra, que así se llama la rica que en miseria me tiene puesto, advirtiendo que, pues los dos éramos iguales, era bien dejar a la voluntad de su querida hija el escoger a su gusto: cosa digna de imitar de todos los padres que a sus hijos quieren poner en estado: no digo yo que los dejen escoger en cosas ruines y malas, sino que se las propongan buenas, y de las buenas, que escojan a su gusto.
Yo me conozco bien, no me doy ni me quito ni un adarme de lo que realmente peso, puesto en la balanza del matrimonio; creo que no carezco de algunas cualidades que me harían apreciar y respetar y aun amar de una mujer joven; pero la comparación con otro me revela mis años, que no son floja cuenta para el caso; me revela mis achaques, que se han iniciado precisamente ahora como un aviso, como una advertencia que Dios me hace por conducto de la Naturaleza.
El que lo montaba tenía una balanza en la mano para pesar el sustento de los hombres. Era el Hambre. El cuarto animal saludaba con un bramido la rotura del cuarto sello. «¡Salta!» Y aparecía un caballo de color pálido. «El que lo montaba se llama la Muerte, y un poder le fué dado para hacer perecer á los hombres por la espada, por el hambre, por la peste y por las bestias salvajes.»
Y fue ella la que olvidando su enfado se expresó con más calor aún que su novio. Le quería tanto como a su padre. Era otro modo de querer, pero estaba segura de que puestos en una balanza los dos afectos, no se diferenciarían en nada. Su hermano conocía mejor que ella la vehemencia con que amaba a Rafael. ¡Así se burlaba Fermín, cuando venía a la viña y le hacía preguntas sobre su noviazgo!...
Este en cambio había caído en un desnivel, que lo condujo rápidamente a todos los grados de la perversión, como si las energías de su espíritu se hubieran agotado o se hubieran trasvasado al de sus amigos, respondiendo al principio en virtud del cual, cuando un platillo de la balanza sube, el otro baja.
La clase monástica, pues, pesaba en la balanza de los negocios públicos de una manera incontrastable. Tenía también una espada, una terrible espada cuyo poder aterraba. Esta espada era el Santo Oficio de la general Inquisición. El Santo Oficio tuvo poder bastante para traer á España los vergonzosos tiempos de Carlos II.
Palabra del Dia
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