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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Inmediatamente después empezaba a distribuirse toda aquella tropa mujeril, como soldados que se incorporan a sus respectivos regimientos. Estas bajaban a la cocina, aquellas subían a la escuela y salón de costura, y otras, quitándose las tocas y poniéndose la falda de mecánica, se dedicaban a la limpieza de la casa.

¡Ese que es feliz! murmuró Plácido suspirando y mirando hácia el grupo que se convertía en vaporosas siluetas donde se distinguían muy bien los brazos de Juanito que subían y bajaban como aspas de un molino. ¡Solo sirve para eso! murmuraba á su vez Simoun; ¡buena está la juventud! ¿A quién aludían Plácido y Simoun?

Por las noches se retiraba contenta. Tenía tres mil ó cuatro mil francos más; pero ¿qué era esto?... Se lamentaba de la escasez de su capital. Quería hacer el gran juego, para recuperar todo lo perdido. Así, poco á poco, no llegaría nunca. ¡Si pudiese reunir otra vez aquellos treinta mil francos, que subían ó bajaban, pero manteniéndose siempre fieles!...

Pero aquella mala mujer no acababa de llegar; y fue necesario despedirse del obrero y dejar a los chicos en la escalera, con una buena limosna que nuestro joven les dio. Cuando ya bajaban, apareció por fin su madre.

Los demás valores bajaban rápidamente, como piedras que ruedan la pendiente de un precipicio. Las acciones y las cédulas, de toda especie y categoría, ensayan posturas de equilibrio, se esfuerzan y luchan por sostenerse, pero a paso de cangrejo, a reculones, van perdiendo terreno y caen, las alas rotas.

Este hizo una seña al joven, dejaron la calzada y se internaron en un laberinto de senderos y pasadizos que formaban entre varias casas; tan pronto saltaban sobre piedras para evitar pequeñas charcas, como se bajaban para pasar un cerco mal hecho y peor conservado. Estrañábase Plácido de ver al rico joyero andar por semejantes sitios como si estuviese muy familiarizado con ellos.

Se discutió si el Ayuntamiento disputaba o no con suficiente energía al Obispo la administración del cementerio. En tanto subían y bajaban amigas y amigos, curas y legos que iban a ver al enfermo o a su hija. Don Pompeyo había hecho llevar a Celestina a su cuarto y allí recibía la beata a sus correligionarias y a los sacerdotes que venían a consolarla.

Lubimoff recordó la impresión de extrañeza que despertaban al atravesar la plaza del Casino estos frailes descalzos cuando bajaban en grupo á Monte-Carlo. Pasó bajo una galería cubierta que formaba arco entre dos casas. Un gran descampado, una llanura, se abrió ante él. Era la plaza del Palacio.

No se cansaron de admirar su complicado rodaje, la singular precisión de sus movimientos, y la pasmosa velocidad con que imprimía el periódico, pues no bajaban de doscientos los ejemplares que dejaba enteramente concluídos en una hora.

Todo se hallaba en silencio, envuelto en una onda de luz rojiza o de tonos grises, según que las llamas bajaban o subían. Más separados, en la lejanía, se dibujaban las siluetas de los centinelas, con el fusil al brazo o con la culata junto a los pies, que miraban al abismo cubierto de nubes.

Palabra del Dia

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