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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Yo soy algo vivo de genio. Así terminó el lance del bolero. Aquel día bailó otras cuatro veces D. Fadrique en otras tantas visitas, á la más leve insinuación de su padre.
¡Claro que estará mala la grandísima loca! ¡Pues no bailó anoche como una descosida! ¡Bien empleado! Lucía clavó en su marido los ojos atónitos. Ve pronto, pronto... exclamó . Está con un acceso de frío... se queja de dolor a un lado, y se le ha tomado la voz.... Miranda se levantó refunfuñando. No sé para qué tiene a su hermanito murmuró al calzarse la botas . Bien podía ir él.
No veo el motivo de tanta... Pues estamos frescos... ¿Soy yo alguna máquina?... ¿no tengo mi libre albedrío?... ¿Qué se ha figurado usted de mí?». A ratos se sentía tan fuerte en su derecho, que le daban ganas de levantarse, correr a la alcoba de su tía, tirarle de un pie, despertarla y soltarle este jicarazo: «Sepa usted que al son que me tocan bailo.
Bailó, cantó, pronunció discursos políticos sobre una mesa, imitó el pavo y el cerdo, y por último, ya muy tarde, cuando el afán me devoraba y la impaciencia me tenía nervioso y aturdido, dio con su noble cuerpo en tierra, cayendo inerte, como un pellejo de vino.
Y le pasaba lo que a los místicos cuando Dios no les tiende la mano: acometíale una gran sequedad, un tedio abrumador. Bailó por compromiso dos o tres veces; conversó un poco. Harto al fin de dar vueltas se retiró al más oscuro rincón de una de las salas, y sentándose en un diván quedó sumido en tristeza profunda. Clementina le buscó en vano durante algunos minutos, hasta impacientarse.
La señorita de la guitarra paró un instante la música; pero D. Diego la miró de modo tan terrible, que ella tuvo miedo de que la hiciese tocar como quería hacer bailar á su hijo, y siguió tocando el bolero. Don Fadrique, después de recibir ocho ó diez latigazos, bailó lo mejor que supo.
Butrón bailó con Currita, la marquesa con Fernandito, Juanito Velarde, como presentado de la heroína, con la duquesa de Astorga, una de las mujeres más sensatas y honradas que figuraban en la corte. Creció la marejada al compás de aquel rigodón, comenzando a sublevarse los pudores de todas las que se creían con derecho a tomar parte en aquella honorífica cuadrilla.
Algún ciego alquilado para toda la noche, como la araña y la alfombra, y para descansarle un piano, tan piano que nadie lo consiguió oír jamás, eran la música del baile, donde nadie bailó.
Ahora soy yo la que río, la que bailo y dice tonterías; el mío es un caso de legítima defensa. »¡Vamos, es una linda historia la de esa muerte! Nunca se ha visto objeto de china igual, y yo la conservaré en una rinconera. Todos mis amigos han venido a darme el pésame, poniendo cara de circunstancias; pero les he contado el suceso y les he hecho perder la gravedad en seguida.
Al pronto se le saltaron las lágrimas; pero después, considerando que había sido su padre quien le había pegado, y ofreciéndose á su fantasía de un modo cómico toda la escena, y viéndose él mismo bailar á latigazos y con casaca, se rió, á pesar del dolor físico, y bailó con inspiración y entusiasmo. Las señoras aplaudieron á rabiar.
Palabra del Dia
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