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Actualizado: 15 de junio de 2025


Fue, pues, poeta subjetivo, si se atiende a que, por declaración propia, no hay una sola de sus fábulas que no forme parte de su autobiografía; y objetivo, por que él mismo se ponía como objeto de su observación, y, con otro independiente, creaba la obra, juzgaba y condenaba a sus héroes, y absolvía al cabo o consolaba al menos con el bálsamo celestial, con el calmante maravilloso de la beldad poética.

Cuando había novena o Manifiesto costeado por alguna dama de la aristocracia, de aquellas que ocupaban los bancos de la nave central ostentando en su pecho la cinta de la cofradía, Isidora no faltaba, y desde el rincón de una capilla observaba todo con interés profundo, más atenta a las Magdalenas que venían con el bálsamo que a Jesús mismo.

Y se hizo el lujoso entierro, y acudió á él mucha y lucida gente, lo que fué para Torquemada motivo de satisfacción y orgullo, único bálsamo de su hondísima pena. Aquella lúgubre tarde, después que se llevaron el cadáver del admirable niño, ocurrieron en la casa escenas lastimosas.

De donde infería aquel ilustre heraldo del romanticismo, y con frase elocuente declaraba, que la verdad artística no era otra cosa que el conjunto ideal de las principales formas de la naturaleza, una especie de tinta luminosa que comprende sus más vivos colores, una manera de bálsamo, de elixir o de quintaesencia extraída de los jugos mejores de la realidad, una perfecta armonía de sus sonidos más melodiosos.

Gener, por boca del Padre Eterno que imagina, convertir el veneno en bálsamo, el dolor en placer, las espinas en rosas y los microbios patógenos en microbios deleitosos. Pero, si nos incumbe hacer todo esto, no está bien que nos crucemos de brazos y prescindamos de nuestra incumbencia.

Ansí que, mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico. Y será necesario que me dejes algunas hilas para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltase el bálsamo que perdimos. -Más fue perder el asno -respondió Sancho-, pues se perdieron en él las hilas y todo.

Estaban rodeados de silencio y misterio; nadie los había gustado, nadie los conocía siquiera más que ella; la misma mano que había dejado caer en su corazón el bálsamo de la felicidad ignoraba en absoluto su bienhechora influencia. Este pensamiento la llenaba de íntimo gozo, que hacía asomar a sus labios descoloridos una sonrisa.

Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin callar lo que tanto callaba Sancho.

-Es un bálsamo -respondió don Quijote- de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna.

La gratitud penetró en mi corazón como una luz del cielo, como un bálsamo dulcísimo, y perdí por completo los pocos deseos que me ligaban a la vida. «Gracias pueblo de Madrid, exclamé dirigiéndome a la ciudad: gracias, pueblo generoso y culto, por no haber venido a gozar con el espectáculo de mi muerte ignominiosa. ¡Qué hubieras ganado presenciando la suprema agonía de un infeliz!

Palabra del Dia

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