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Actualizado: 12 de mayo de 2025


A la vista de ese hijo suyo que tanto se le parecía y que le había sido tan simpático desde los primeros momentos, sentía como una especie de admirado amor y se decía a mismo que no podría consolarse jamás de haberle tan pronto perdido. Avanzó lentamente hacia la alcaldía, buscando a Simón Princetot entre los campesinos allí reunidos y sintiéndose hondamente disgustado al no verle.

A la noche siguiente, una mujer le esperaba en el mismo lugar donde otras veces había salido á su encuentro la difunta Correa. Pero esta mujer no estaba envuelta en un manto negro ni la acompañaba un niño. Avanzó sola hacia él, y al estar cerca, sacó un brazo que llevaba oculto en la espalda, mostrando pendiente de la mano una luz. Rosalindo la reconoció, aunque no la había visto nunca.

El camino de Valldemosa no ofrecía para él memoria alguna del pasado. Sólo lo había seguido dos veces, siendo ya hombre, para visitar con unos amigos las celdas de la Cartuja. Se acordaba de los olivos del camino, los famosos olivos seculares, de formas extrañas y fantásticas, que habían servido de modelo a muchos artistas, y avanzó la cabeza por una ventanilla deseando verlos.

Aquel rincón de verdura donde los arbustos, creciendo a su antojo, se entrelazaban hasta formar una masa impenetrable, era a propósito para las confidencias amorosas. Avanzó con precaución, sin hacer ruido, por sus senderos casi desaparecidos, tapizados de hierba, invadidos en muchos parajes por las ramas de los arbustos y la maleza.

Ferragut avanzó por una calle solitaria, entre dos filas de árboles de fresco trasplante, que empezaban á dar su primer estirón. Miraba las fachadas de las «torres», hechas de bloques de cemento imitando la piedra de las viejas fortalezas, ó con azulejos que representaban paisajes de ensueño, flores absurdas, ninfas azuladas. Al descender del tranvía había adoptado una resolución.

Con su paso pesado y balanceante avanzó hacia la cama, tomó la mano de Marta, su mano flaca y ardiente, cuyas uñas tenían un matiz azulado, y la miró fijamente. Después se sentó en el rincón más obscuro, detrás de la estufa, y permaneció allí encogido durante dos horas, dos largas horas. Yo esperaba, con el corazón palpitante, que él me dirigiera la palabra, pero guardó silencio como antes.

Calló don José, como si ya no recordase más oraciones. Bendijo el féretro, y entonces avanzó el primer oficial con aire militar, lo mismo que un jefe que ordena una descarga de fusilería en un entierro de soldado. Désele cristiana sepultura dijo en alemán.

»Permaneció un instante en pie e inmóvil, y echando a andar de pronto, aquella débil enferma, que para ir de la cama a la butaca había necesitado ayuda de dos personas, avanzó con paso seguro, deslizándose sobre el pavimento como una sombra, sin buscar apoyo ni en la pared ni en los muebles.

Esto despertó en su pecho un odio, que le costaba trabajo disimular. Les clavó una mirada intensa y colérica: avanzó hasta el medio de la estancia y dijo con voz un poco alterada: Alcázar, le necesitamos para bailar. ¿Está usted muy cansado? ¡Oh, no! se apresuró a decir el joven levantándose . ¿Con quién quiere usted que baile? No respondió.

Se vio correr a un alguacilillo, con su teja emplumada y el ferreruelo flotante, por detrás de la barrera, hasta llegar cerca de donde estaba el toro. Allí, dirigiéndose a Gallardo, avanzó una mano cerrada con el índice en alto. El público aplaudió. Era el primer aviso.

Palabra del Dia

bagani

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