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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Debe haber empleado sumas enormes en construir aquellos lujosísimos salones, cuyas paredes están tapizadas de obras maestras de la pintura moderna. Sólo «Las ninfas sorprendidas por faunos», de Bouguereau, le ha costado diez mil dólares, y poco menos la «Visión de Fausto» y otras telas de un mérito igualmente excepcional. Estatuas, bustos, autómatas, todo lo que puede atraer la mirada humana.
Salvatierra hablaba del vino como de un personaje invisible y omnipotente, que intervenía en todas las acciones de aquellos autómatas, soplando en su pensamiento, limitado y vivaracho como el de un pájaro; empujándolos lo mismo al desaliento, que a la desordenada alegría.
El doctor se indignaba ante aquella intrusión, que había acabado por cambiar á las mujeres de su país, matándolas el alma, convirtiéndolas en autómatas que aborrecían como pecados todas las manifestaciones de la vida, y llevaban al hogar las exigencias de una dominación acaparadora. Tú mismo, Pepe, que te quejas de lo que ocurre en tu casa dijo el doctor, ¿qué has hecho para evitarlo?...
Y así continuaron ambos, yendo y viniendo cada uno por la parte de la orilla que se había asignado, como si fuesen dos autómatas. Torrebianca, al que todos cedían el primer lugar por su experiencia en estos lances, empezó á disponer los preparativos del combate. Pidió á Watson dos bastones que éste llevaba á prevención, y clavó uno en el suelo.
A las once y media de la mañana abandonaba al nieto, y calándose un sombrero de copa, de seda negra en invierno y de castor en verano, salía a dar un paseo por las calles de Palma, siempre por igual sitio e idénticas aceras, lo mismo cuando llovía que cuando abrasaba el sol, insensible al frío y al calor, puesto de levita en todo tiempo, siguiendo su marcha con la regularidad de los autómatas de reloj, que aparecen, caminan y se ocultan al sonar ciertas horas.
Ya se divertiría después; pero ahora pensaba en su responsabilidad; iba y venía, dirigía aquello como una batalla; se asomaba a veces a la puerta del comedor y rectificaba los ligeros errores del servicio con miradas magnéticas a que obedecían Pepa y Rosa como autómatas, disciplinadas a pesar de la expansión y la algazara, cual veteranos.
Habíalos normandos, poderosos de anca, fuertes de cuello, lucios de piel, pausados en el manoteo, que arrastraban a un tiempo pujante y suavemente las anchas carretelas; habíalos ingleses, cuellilargos, desgarbados y elegantísimos, que trotaban con la precisión de maravillosos autómatas; árabes, de ojos que echaban fuego, fosas nasales impacientes y dilatadas, cascos bruñidos, seca piel y enjutos riñones; españoles, aunque pocos, de opulenta crin, soberbios pechos, lomos anchos y manos corveteadoras y levantiscas.
Palabra del Dia
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