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Actualizado: 26 de julio de 2025


Corríase también que aquel lion, a pesar de su edad, había sido el enfant gaté y el bon papá de esas famosas golondrinas que vuelan en invierno a mediodía en sus carretelas por el Bois, custodiadas por un lacayo impertinente y acompañadas por perros microscópicos de esas razas artificiales con que el sibaritismo parisiense falsifica las nobles obras del Creador.

La galerita de las de Pajares, a pesar de su cubierta charolada, de los arneses brillantes y de sus ruedas amarillas, tan finas y ligeras que parecían las de un juguete, aparecía empequeñecida y deslustrada en el gigantesco rosario de berlinas y carretelas, faetones y dog-carts que, como arcaduces de noria, estaban toda la tarde dando vueltas y más vueltas por la avenida central del paseo.

Las damas acudían a la Fuente Castellana, tendidas en sus carretelas, con clásicas mantillas de blonda y peinetas de teja, y la flor de lis, emblema de la Restauración, brillaba en todos los tocados que se lucían en teatros y saraos.

Habíalos normandos, poderosos de anca, fuertes de cuello, lucios de piel, pausados en el manoteo, que arrastraban a un tiempo pujante y suavemente las anchas carretelas; habíalos ingleses, cuellilargos, desgarbados y elegantísimos, que trotaban con la precisión de maravillosos autómatas; árabes, de ojos que echaban fuego, fosas nasales impacientes y dilatadas, cascos bruñidos, seca piel y enjutos riñones; españoles, aunque pocos, de opulenta crin, soberbios pechos, lomos anchos y manos corveteadoras y levantiscas.

Era la hora en que el paseo adquiría su aspecto más brillante. A todo galope de los briosos caballos bajaban carretelas y berlinas, y por las aceras del paseo desfilaban lentamente, con paso de procesión, las familias endomingadas. Los verdes bancos no tenían ni un asiento libre.

Y nuestras detenciones en todas las fondas, la inalterable sonrisa de los camareros, aquellas redondas caras tudescas ensanchadas, con la servilleta debajo de la barba, ante enormes tajadas de carne en salsa, y el parque real de Stuttgart por el que circulan multitud de carretelas, de galas, de cabalgatas, la música tocando valses y cancanes alrededor de las fuentes, mientras se combatía en Kissingen; cierto que, al acordarme de todo esto y pensar en lo que he visto cuatro años después en ese mismo mes de agosto, esas locomotoras frenéticas corriendo sin saber a dónde, como si la insolación hubiese enloquecido sus calderas, los vagones detenidos en pleno campo de batalla, los carriles cortados, los trenes pasando apuros, Francia mermada de día en día según se hacía más corta la línea férrea del Este, y en todo el trayecto de las abandonadas vías, el hacinamiento siniestro de esas estaciones, solitarias en un país perdido, llenas de heridos olvidados allá como bagajes... creo que aquella guerra de 1866 entre Prusia y los Estados del Sur no era más que una guerra ficticia, y que, a pesar de cuanto nos hayan podido decir, lobo a lobo no se muerde, si estos lobos son germanos.

En el llano es donde está lo más bello y las figuras más características: las lavanderas que lavan en el arroyo; los paveros y polleros conduciendo sus manadas; un guardia civil que lleva dos granujas presos; caballeros que pasean en lujosas carretelas junto al camello de un Rey Mago, y Perico el ciego tocando la guitarra en un corrillo donde curiosean los pastores que han vuelto del Portal.

Palabra del Dia

godella

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