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Actualizado: 19 de julio de 2025
Este poeta dramático estuvo al servicio del cardenal Don Fernando de Austria, y vivió en Bruselas en el año de 1640. Felipe Bernardo del Castillo, muerto en 1632, famoso por sus autos. Juan de la Porta Cortés, presbítero y notario apostólico. Juan Antonio de la Peña .
Desde entónces la nacion se hace respetable, y uniendo sus fuerzas obtiene conquistas en los territorios aledaños. La lucha contra la nobleza y la casa de Austria continúa con ventaja creciente para los pueblos, y su prosperidad es muy notable. Hácia fines del siglo XV los Grisones, que habian formado su liga separada, se constituyen en canton independiente.
Calzaba abarcas de tres tarugos sobre escarpines de paño pardo, y por debajo del hongo deformado con que cubría la abultada cabeza, caían largos mechones de pelo áspero y entrerrubio, casi el color de su cara sanota y agradable, cuyo defecto único era la mandíbula inferior más saliente que la otra, como la de nuestros Príncipes de la casa de Austria.
Las palabras con que se apostrofa á D. Juan, hijo natural de Felipe IV, Generoso Don Juan de Austria, Hijo del águila famoso, Que al sol mira cara á cara, demuestran que esta comedia hubo de representarse después de la muerte de Felipe; pero no antes de 1667, hasta cuyo año estuvo el teatro cerrado. La estatua de Prometeo.
Fruto de estos amores fué el conocido Don Juan de Austria, tan desemejante de su homónimo más antiguo, que intervino, después de la muerte de su padre, en las intrigas palaciegas de la Reina madre, del P. Neidhar, del almirante de Castilla y de otros grandes del reino.
Decid además á su majestad la reina que yo hallaré medio de entretener al rey largo tiempo, y adiós, é id, que urge, y que Dios nos saque en paz. Tengo yo tal fe en don Francisco de Quevedo, que he hecho á la letra lo que él me ha dicho. Habéis hecho bien dijo Margarita de Austria , y pues lo que está ahí doña Clara, que entre al momento. Salió doña Catalina y doña Clara entró.
De modo que eran muchos los objetos que llevaban á palacio al confesor del rey, objetos todos enlazados, que reconocían una misma causa: su amor á la reina. Porque nuestros lectores lo habrán comprendido: el padre Aliaga amaba á Margarita de Austria.
Vestía la reina un magnífico traje de brocado de oro sobre azul, tenía cubierto el pecho de joyas, y en los cabellos, rubios como el oro, un prendido de plumas y diamantes. Espera al rey dijo para sí el padre Aliaga. Y adelantó hacia la reina. Margarita de Austria dejó sobre la mesa un devocionario ricamente encuadernado que tenía en la mano á la llegada del padre Aliaga.
Quevedo y yo, que éramos muy amigos, nos hemos visto negros para salvar á Margarita de Austria; pero tales eran los polvos, que un pobre paje á quien se le apeteció lo que había quedado sobrante en los platos de la reina y del padre Aliaga, ha muerto en momentos. ¡Horrible! ¡horrible! exclamó el duque.
¡Oh, qué hermosa eres, Margarita! dijo el rey, en cuyas mejillas apareció la palidez del deseo. Y la atrajo á sí. Margarita de Austria, se sentó en un movimiento lleno de coquetería en las rodillas del rey, y se dejó besar en la boca. Depón al duque de Lerma dijo la reina entre aquel beso. El rey se retiró bruscamente como si le hubiesen quemado los labios de Margarita.
Palabra del Dia
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