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Actualizado: 7 de junio de 2025


Si Eleuterio fuera a Agricultura, , se arreglaría todo; porque estando él en el gobierno nadie se atrevería a mover a mis yernos. Pero, hijita, no se sabe nada; no hay manera de saber nada. ¡Qué cosa! ¿no? ¡Es una cosa tremenda! Luego, Eleuterio es así; no da un paso; no hace ninguna gestión; espera tranquilo.

Yo no me separaré de ti un momento. Aquí me quedo. Dormiré a tu lado para que no te me escapes, y te daré guardia de prima, de media y de alba. Gonzalo quedó estupefacto. Comprendió que era necesario confesarlo todo, y abordar la cuestión de frente. ¿Y si fuese verdad, qué, tío? ¿Se atrevería usted a impedir que su sobrino fuese a cumplir con lo que el honor exige?

El padre Aliaga esperaba con impaciencia al tío Manolillo, y quería quitarse de encima de la mejor manera posible al cocinero mayor. Tenéis razón, señor dijo Montiño , pero como se trata de hacer una confesión general, yo me atrevería á suplicaros... Montiño se detuvo; fray Luis no dijo una sola palabra.

Le repito a usted que no se atrevería a decirlo. Y yo le repito a usted que como ello fuese verdad me juzgaría tan orgulloso que se lo haría saber a todo el mundo, y lo publicaría a gritos... ¡Cómo! ¿Te atreves a decir?... La verdad. ¿Se atreve usted a afirmar que Antoñita le ama? Me atrevo a decir que ha hecho buena acogida a mis pretensiones y que ayer mismo... ¡Acaba!

Y díganme, ¿por ventura habrá quien se alabe que tiene echado un clavo a la rodaja de la Fortuna? No, por cierto; y entre el y el no de la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría.

Ahora bien; léase con atención el último libro del señor Cané y se encontrará confirmada la exactitud de esa pintura en muchos y repetidos pasajes. Y casi me atrevería a asegurar que es justamente en los pasajes en que el autor se ha abandonado con más naturalidad a esa tendencia, que el lector con más justicia se complace.

Pues... yo me atrevería á suplicaros... que... me dirigiéseis... me ayudáseis en mi examen de conciencia... y como se trata de una confesión general... y ¡como yo he sido muy malo! Y para pronunciar esta última frase, salió de nuevo de tono y más ruidosamente que las veces anteriores, el cocinero mayor. El padre Aliaga sintió un poderoso impulso de impaciencia, casi de despecho.

Ella me ha llevado a la fortuna... ¡fortuna honrada, se lo aseguro! Su amigo es el amigo de Teobaldo, y no ha dejado de ser hombre de bien; si no lo fuese, no estaría en presencia de usted... no se atrevería a fijar los ojos en el ángel que ama, que adora... No, no repitió bajando la voz: ¡que reverencia, que respeta, y que le han arrebatado para siempre!

Casi me atreveria á decir que esta regla, por lo comun tan descuidada, es de las que deben ocupar el lugar mas distinguido. Claro es que no podemos saber qué medios tuvo el historiador para adquirir el conocimiento de lo que narra, ni el concepto que debemos formar de su veracidad, si no sabemos quién era, cuál fué su conducta, y demas circunstancias de su vida.

Cuando Martín está ausente de la casa o se encierra en su despacho, lo que sucede una vez o dos por semana, los dos guardan silencio, como de común acuerdo; ninguno de ellos se atrevería a invitar al otro a cantar. En cambio, tienen otras ocupaciones más interesantes, a las que sólo pueden dedicarse cuando no hay que temer la indiscreción de un tercero.

Palabra del Dia

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