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Actualizado: 19 de junio de 2025


Varias casas importantes, se decía, se encontraban envueltas en este desastre. Huberto arrojó el diario con cólera; todo se conjuraba en ese día para certificarle la catástrofe. A fin de distraerse de estas preocupaciones nuevas para él, decidió que iría a almorzar al club. Pero en el camino lo atacaron penosas reflexiones. ¿Qué haría? ¿Seguir el consejo de su madre?

Se apoderó de las manos de su marido y exclamó con voz apenas perceptible: ¡Jamás, jamás le he querido...! ¡Jamás, jamás he dejado de quererte a ti...! Un capricho infame... ¡Calla, Elena! En ti no caben los caprichos infames porque estás amasada con la pasta de los ángeles... Sintieron que tu corazón era inexpugnable y atacaron tu cerebro, que es más débil, pobre Elena...

Luego que los indios lo advirtieron, atacaron este Castillo con tanto denuedo, que llegaron muy inmediato á su cimiento á descubierto: pero habiendo logrado descargar sobre ellos con felicidad un cañonazo á metralla, se apartaron prontamente, sin volver á pensar en tan temerario arrojo.

Llegó á tan alto grado el encono de sus adversarios políticos, que conjurándose contra él, dominados por el criminal objeto de arrancarle el mando con la vida á un mismo tiempo, apellidándole tirano de la patria, el 25 de Setiembre atacaron de mano armada en Bogotá el palacio á la hora de la media noche, despues de asesinar á los centinelas, y lograron penetrar hasta la estancia del Libertador; afortunadamente pudo este salvarse arrojándose á la calle desde una ventana que por falta de prevision de parte de los agresores habia quedado sin custodia alguna.

Echáronse á reir sus oyentes, á tiempo que llegaba la patrona con dos grandes jarros de vino y cerveza y tras ella una sirvienta con platos y cucharas que distribuyó á los parroquianos. Dos de éstos que vestían el verde sayo de los guardabosques retiraron el caldero del fuego é hicieron plato á los restantes y todos atacaron con apetito el humeante potaje.

Si el concepto de la secreta oposicion del Rey al tratado no es bastante justificacion para los que lo atacaron, tampoco podrán librarles de la nota de rebeldes las correcciones tan laboriosamente hacinadas por el continuador de Charlevoix para restablecer el texto de Henis.

Un año después recibí una carta del joven Small y un paquete pequeño: «El tesoro nos ha dado mala suerte decía . Fuimos al Nun con una tropa de quince hombres armados. Al ver que descubríamos las cajas enterradas y nos las llevábamos, Ryp y los suyos nos atacaron a la desesperada. En la refriega, Smiles y Ryp murieron; van Stein quedó malherido y dos de nuestros hombres cayeron prisioneros.

No tuvimos tan buena suerte en el segundo ataque, porque renunciando ellos a poner en movimiento la caballería en lugar angosto, atacaron a la bayoneta con tanta fiereza, que nuestros regimientos de línea, y aun los valientes valones y suizos, retrocedieron aterrados.

Después de penosas operaciones, por lo fangoso del terreno de Buhayen, la fortaleza de Moncay, Régulo del país, que era el que provocara la campaña, sufrió estrecho cerco hasta que los defensores de ella, comprendiendo que era inútil la defensa, la incendiaron y abandonaron á media noche; para ésto atacaron con furia nuestras líneas á fin de escapar y facilitar la huída de sus familias.

La joven escuchábalas aturdida, embelesada, los ojos húmedos, las mejillas encendidas: gustaba con delicia aquella miel, percibiendo, no obstante, un dejo amargo en el fondo, por el vago presentimiento de las desgracias que la amenazaban. La tabernera les sirvió una fuente enorme de jamón con tomate. Todos la atacaron ardorosamente.

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