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Actualizado: 22 de mayo de 2025
El Guaraní con ansia acelerada A los Charcas camina muy derecho. La cordillera y sierra es endiablada: Parece le será de gran provecho Parar aquì, y hacer asiento y alto, Con fin de allí al Perù hacer asalto. Muy largos tiempos y años se gastaron, Y muchos descendientes sucedieron, Desde que los hermanos se apartaron.
Ella parece que nos aproxima, insensible y dulcemente, al trono donde el Altísimo tiene su asiento. 27 de abril de 1826. Mi cuñado, el abate Lamartine, ha muerto; hacía bastante tiempo que su vida era una prolongada espera de este momento. Espero que Dios habrá sido misericordioso para el hombre que tanto lo había sido para su prójimo.
Si Martí no hubiera escrito más que esta carta, por ella solo tendría asiento perdurable entre los hombres que saben lo que es un adiós, lo que es desafiar la muerte, ¡y lo que una madre significa!... Y llegó por fin el momento feliz, término de todas sus angustias, satisfacción de todos sus anhelos.
A poca distancia de esta cascada cubierta por las hojas y las flores, otro asiento de peñascos atraviesa el arroyo, pero estos son tan duros que el agua ha hecho muy poca mella en ellos y apenas si está trazado su lecho.
Los días de corrida tomaba un coche de punto, que pagaba la empresa, metíase bajo la americana el vaso sagrado, escogía por turno entre sus amigos y protegidos uno a quien agraciar con el asiento destinado al sacristán, y emprendía la marcha a la plaza, donde le guardaban dos sitios de delantera junto a las puertas del toril.
Cuando le parecía llegado el momento oportuno, o porque observase síntomas de cansancio en Pablo o por cualquier otra circunstancia que no está a nuestro alcance, se levantaba del asiento y hacía una seña con la mano a su amigo silbando al mismo tiempo. Y esto porque se entendían mucho mejor con silbidos que con palabras.
Acababa de dejarse caer en el asiento, é hizo que pusieran sobre sus rodillas aquel cuerpo igual á un cadáver. Ella misma, mientras lo sostenía con un brazo, dobló con el otro la aulladora cabeza, haciéndola descansar en uno de sus hombros. El carruaje se puso en marcha lentamente hacia el hotel de los oficiales, seguido de una gran parte del público.
Parecía un cortesano de Luis XV o un cochero de casa grande. Don Roque, que así se llamaba, se revolvió en el asiento y dió una voz. ¡Marcones! Un alguacil octogenario se acercó al respaldo del palco con la gorra azul de grande visera charolada en la mano. El alcalde conferenció con él algunos momentos.
Engañado por la fijeza de los ojos de Gillespie, el traductor había osado dirigirle la tal pregunta convencido de que le escuchaba con atención. Luego tuvo que repetirla dos veces más, mientras á su lado el ilustre jefe de la Universidad se agitaba en su asiento nerviosamente, considerando como una ofensa la actitud distraída del gigante.
Dejando, pues, su tierra y propio asiento, La tierra adentro vino predicando: No queda de indio algun repartimiento, Que no siga su voz y crudo mando. Con este impio pregon y mal descuento La tierra se v
Palabra del Dia
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