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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Adiós, gente grave y orgullosa, traviesa y jovial, fecunda en artificios y trazas, tan pronto sublime como vil, llena de imaginación, de dignidad, y con más chispa en la mollera que lumbre tiene en su masa el sol.

La fantasía de Cobo Ramírez, apretada por la gravedad del caso, fascinó a los invitados con peregrinas trazas y artificios delicados: los tuvo enajenados cerca de una hora. Llamó la atención, y le valió unánimes aplausos, un juego de sortija que se organizó en el medio del salón.

Y aquel infame Belarmino, sabía Dios merced a qué socaliñas y malas artes, le hurtaba, sin dejar una migaja siquiera, el aplauso y atención que a él en justicia se le debían, puesto que Belarmino era insensato charlatán y prevaricador de la lezna y el cerote, en tanto él, Apolonio, por don natural, componía los más primorosos artificios, así zapateriles como poéticos. «No hay justicia, ni sentido, ni plan en el mundo» pensaba Apolonio . «Bien lo presumía yo, aunque todavía inexperto, cuando escribí mi Cerco de Orduña o Señor de Oña

Como debo. ¡No quiero, ¿entiende usted? que sus inicuos artificios arrastren al abismo a quien no es culpable! ¿Usted ama la verdad sobre todas las cosas? ¿Es un sagrado deber de usted el descubrir la verdad? ¿Usted es el delegado de la sociedad para hacer justicia? ¡Pues bien, diga usted a esa sociedad y el tono de su voz se alzó casi hasta el grito, dígale usted que yo he muerto a esa mujer!

Y ella, tan sin artificios ni dobleces, imaginó en seguida un medio fácil y seguro de hacer llegar su misiva a las manos del médico. Era un sábado, y doña Rebeca daba algunas limosnas en ese día, por vieja rutina de la casa. Solía la niña repartirlas, y tenía un pobre favorito muy socorrido por ella en sus prósperos días de Luzmela. Aguardóle, y, con misterio, le dió su papel para Salvador.

Máximo, los metales que arden en tus hornos son menos duros que yo. Tus máquinas potentes son artificios de caña si las comparas con mi voluntad. Electra me pertenece: basta que yo lo diga. MÁXIMO. Si quiere usted asegurarse del poder de su voluntad, pruébela contra la mía. PANTOJA. No necesito probarla ni contigo ni con nadie, sino hacer lo que debo. MÁXIMO. El deber, esa es mi fuerza.

Godfrey salió, dándose apenas cuenta si estaba más tranquilo por haber terminado la entrevista sin haber modificado su posición, o más inquieto al pensar que se había enredado aún más en los subterfugios y los artificios.

A pesar de los artificios de la modista y del peluquero, sigue ordinaria, tiesa y evidentemente salida de los almacenes de productos químicos de su señor padre. Y su espíritu está en armonía con su cuerpo. Tiene inteligencia, pero vulgar, y sus ideas, que ella quiere presentar como superiores, son todas prestadas y reflejas, no se apoyan en nada personal y sólo descansan en el vacío.

»Volvime al lado de mi abuelo, entre asustada y risueña; y tras largo, interminable rato de esperar a pie firme, por no ajar la tersura de mis faldas, llegó mi madre con el aspecto y el andar de una matrona romana, ocultando la cruz de sus achaques y los estragos de la edad con el engaño de un cielo de fulgurante pedrería sobre otro caudal de sedas y artificios.

El jefe de la familia es la señora marquesa de Leiva, y a estas horas ha tomado todas las providencias necesarias para que todo vuelva a su lugar. Nada me corresponde hacer. ¡La señora condesa está tan arrepentida de aquellas palabras! Que Dios la perdone... Mi responsabilidad está a cubierto... ¿Pero a qué estos artificios, Sr. de Araceli? ¿Cree usted que no le comprendo?

Palabra del Dia

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