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Actualizado: 22 de mayo de 2025


El corazón y la conciencia libraban en su espíritu el mismo combate que antes riñeron la fe y la duda; pero el desenlace no podía ser igual. Sus creencias habían ido muriendo lentamente, día tras día, hora tras hora, como plantas creadas en la vida artificial y falsa de una estufa que de repente se sacan a la abrasada luz del sol y al frío azote de los vientos.

La decoración no era brillante, consistiendo en tablas sostenidas por cuerdas. Las ventanas estaban abiertas, porque aquí se acostumbra á representar sin luz artificial, siendo fácil de presumir cuánto perjudique esta circunstancia á la belleza del espectáculo.

Allá, en la orilla de aquel precioso río artificial rodeado de verde musgo y sobre el cual inclinaban los árboles sus hojas nacientes, Sorege tuvo conciencia de su pérdida inevitable y tembló de miedo y de cólera. Pero no pensó en capitular; antes al contrario, se afirmó en el propósito de luchar hasta el último extremo, aunque hubiera de perecer.

No necesita este entallamiento artificial, porque su cuerpo es perfecto, armonioso, de líneas correctísimas, dignas de los cinceles que inmortalizaron el arquetipo de la belleza clásica. ¡Estás lindísima, hijita! exclamo, mientras corro los cordones del corsé. Como si no me hubiera casado dice ella, resumiendo en esta frase todo cuanto se puede decir de la frescura de su cuerpo.

Aquello nada tenia da curioso, porque era artificial: era una fiesta de sub-prefectos y alcaldes principalmente. Lo que llamaba la atencion era el largo cordon de grupos de paisanos, llenos de curiosidad, impacientes pero joviales, á veces burlones, que hacian estallar sus estentóreas carcajadas al derredor de las estaciones de la línea.

La de Córdoba, por ejemplo, que cuenta 160.000 almas, apenas 20 están dentro del recinto de la aislada ciudad; todo el grueso de la población está en los campos, que, así como por lo común son llanos, casi por todas partes son pastosos, ya estén cubiertos de bosques, ya desnudos de vegetación mayor, y en algunas con tanta abundancia y de tan exquisita calidad, que el prado artificial no llegaría a aventajarles.

Suponed por un momento que el sol no existe: que sólo os alumbra una luz artificial: que habéis recorrido el mundo armado de una linterna, tropezando aquí, cayendo allá, buscando no qué quimera de vuestro pensamiento; que habéis aplicado la luz de vuestra linterna al semblante de todo el que habéis encontrado, y habéis visto un rostro repugnante del cual habéis apartado los ojos con hastío; que habéis seguido siempre adelante buscando vuestro fantasma y os habéis cansado al fin; habéis arrojado la linterna y os habéis quedado a oscuras, exclamando: El mundo es la horrible verdad de lo monstruoso, de lo deforme: la vida una carga insoportable; el hombre nuestro hermano no existe; la mujer nuestra ayuda es sueño.

Ocurría esto, cuando la Europa fundaba sobre un pasajero entusiasmo aquella pujanza artificial, germen o ruina de no qué grandeza. Participaba yo entonces de la ilusión que todos los liberales tenían sobre los helenos, tan valientes en el combate, como disciplinados en el gobierno.

Al cabo de algunos meses de este régimen inflexible, llegué a un estado de salud artificial y de solidez de espíritu que me parecía apropiada para emprender mucho. Comencé por saldar mis cuentas con el pasado. Ya sabe usted que había tenido la manía de los versos.

Un fuerte olor acre y desagradable del paño que se quemaba extendióse al punto por toda la estancia. En aquel momento entró Villamelón muy alegre y satisfecho, que volvía de Chamartín de la Rosa, donde en su preciosa quinta de Miracielos estaba ensayando con gran entusiasmo la incubación artificial de los huevos de gallina.

Palabra del Dia

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