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Actualizado: 26 de julio de 2025
Luego, las señoras sostenían en la mano una aguja, y los jugadores corrían para arrodillarse a sus pies, procurando con angustiosos titubeos enhebrar el hilo que llevaban en su diestra. Comenzó a murmurar el público contra la monotonía de estos juegos. ¡El chancho! gritaron muchos . ¡Que pinten el ojo al chancho!
Llegó hasta sus oídos el repiqueteo de una campanilla, el rumor de la gente al arrodillarse o al ponerse de pie, y una voz conocida, la voz del tío Ventolera, lanzando en tono cantable las respuestas de la misa con el estridor de su boca sin dientes. La gente aceptaba sin reírse estas ingerencias de su locura senil.
Y volvió a arrodillarse en el reclinatorio. Luciano, dejando sobre la mesa el frasco, se colocó a los pies de la cama y permaneció sin apartar la vista de su madre.
Ana dirige cumplidos lisonjeros á la Princesa, y maldice para sí su posición inferior, que la obliga á arrodillarse. Catalina le manda levantar, porque tales testimonios de respeto corresponden sólo á Dios; después la misma Reina intenta ver á su esposo, pero Wolsey, ante la puerta del gabinete, se lo niega.
Ana y la influencia que se habían separado de él volvían a un tiempo; Ana más humilde que nunca, la influencia con cierto carácter sobrenatural. Sí, él estaba seguro de ello, conocía a los vetustenses; un entierro les había hecho despreciar a su tirano, otro entierro les haría arrodillarse a sus pies, fanatizados unos, asustados por lo menos los demás.
Encontraba exquisito el piar de los pájaros; el rumor de las hojas estremecidas llevaba a sus oídos melodías desconocidas; la Naturaleza se le revelaba hermosa y fascinadora, y en su espíritu asociaba la belleza de María Teresa a aquel culto algo pagano que lo impulsaba a desear arrodillarse y adorar a Dios en los seres y en las cosas. Pero llegaban a la verja.
El templo estaba henchido de muchedumbre y todo jaspeado en lo alto de sol y de incienso. Los largos resplandores que bajaban de las vidrieras colorían de tintes espectrales la piedra y el alabastro, esmaltaban el oro de los púlpitos, pavonaban el obscuro nogal. Beatriz fue a arrodillarse con las damas nobles, entre el coro y la capilla mayor.
Otro cualquiera podría estrechar entre sus brazos la gentil figura de la niña, arrodillarse a sus pies, aproximar los labios a su oído, estremecer su alma con palabras de amor, y sorprender sus dudas virginales ingenuamente dichas, envueltas en pecadillos cometidos con algo de malicia, y revelados más con el rubor que con la frase. Pero él habría de lograrlo por otros medios.
Quería arrodillarse ante sus plantas para que la pisara, para que hiciese alfombra de sus encantos: quería servir como una esclava a aquel amante que era el depositario del pensamiento de El, y parecía agigantado por tal tesoro.
Al Capellanet le faltó poco para arrodillarse ante Valls. ¡Y aún dicen en Palma si los chuetas son malos!... Bien se conocía que eran mallorquines los que hablaban: ¡gente injusta y orgullosa!... El capitán era un santo. Gracias a él, ya no iría al Seminario. Sería payés; Can Mallorquí quedaba para él.
Palabra del Dia
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