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Actualizado: 10 de mayo de 2025
De acuerdo con los gefes que á propuesta suya autorizó la Junta para el Arrabal, y parroquias de S. Miguel, y la Magdalena, dispuso que los labradores y jornaleros se trasladasen desde la madrugada del 24 de mayo al sitio llamado la Cruz del Coso, donde debian aguardar en silencio la señal que se les diera.
A la derecha se levanta el estribo de serranía donde se admiran las bellezas del Monte-Santo y el barrio de Albaicin, arrabal subterráneo donde vive bajo las rocas, en la miseria y el abatimiento, la raza misteriosa de los Gitanos; y en el fondo del abre que separa ese cerro del de la Alhambra y el Jeneralife, desciende por entre jardines, molinos y bosques de frutales el Barro caprichoso, tan presto arroyo miserable como torrente caudaloso.
Rafael, sonriendo al poderoso santo como a un amigo de su niñez, pasó el puente y entró en el Arrabal, la ciudad nueva, anchurosa y despejada como si las apretadas casas de la isla, cansadas de la opresión, hubiesen pasado en tropel a la ribera opuesta, esparciéndose con el alborozo y el desorden de colegiales en libertad. El diputado se detuvo en la entrada de la calle donde estaba el Casino.
Al punto emprendimos a pie nuestro camino, sobre una inmensa y gruesa sábana de nieve helada, al través del prolongado arrabal que va de la ciudad a las primeras colinas de nuestro horizonte de montañas.
Nos habían dicho que en el arrabal de Triana veríamos cuadros curiosos y animados de la población gitana, que es bastante numerosa. Pero no encontramos sino tristeza, soledad y silencio. Acaso escogimos mal la hora ó el día para satisfacer nuestra curiosidad. Hay muchos gitanos católicos en España, y sinembargo se les ve persistir en sus hábitos de aislamiento.
El panorama que desde allí se contempla es muy bello, pues de un lado se registra el valle del Rin en la parte superior, y del otro, hácia abajo, se abarca el interesante conjunto de Coblenza, los dos rios, el gran puente de barcas echado sobre el Rin, que comunica la ciudad con el arrabal ó pequeña villa de Thal-Elhrembreitstein, y el ferrocarril que penetra á Coblenza por la márgen izquierda del gran rio; y todo eso rodeado por una vasta comarca muy accidentada y pintoresca.
Dejaba casi siempre la ciudad por la puerta de Antonio Vela, y simulando un andar ocioso y errante, bajaba por algún atajo de la cuesta del mediodía. En el reducido arrabal de Santiago había más tráfago y rumor que en la ciudad entera. La fecundidad de la raza palpitaba al aire y al sol. Los encalados zaguanes vomitaban hacinamientos de chiquillos casi desnudos, sobre la sucia calzada.
La de S. Ginés mártir, que supone el P. Roa se hallaba situada donde está ahora el hospital llamado de la lámpara, y que S. Eulogio pone en el arrabal de Tercios, del cual hoy nadie dá razon. En esta iglesia estuvo sepultada la célebre Sta.
La torre de la catedral con sus festones primorosos, con sus calados de encaje, se alzaba ante sus ojos atónitos como una maravilla. Entró por el arrabal de la Puerta Nueva, preguntó por la posada de la Felisa y no tardó en dar con ella. Esta Felisa, mientras le freía un par de huevos y algunas lonjas de jamón, le enteró de todo lo que quiso y lo que no quiso.
Al contemplar a su derecha el arrabal de Santiago, vínole a la memoria su amancebamiento con la hermosa morisca y pensó que aquella mujer había sido la causa de toda su malaventura, de todos sus yerros y desengaños. ¡Quién sabe si no había mediado algún hechizamiento!
Palabra del Dia
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