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Actualizado: 20 de julio de 2025
La orden para que saliese de aquella casa que ya no era suya se la dio un sobrino de la señora, al que ésta había odiado por su carácter egoísta y por varios engaños en asuntos de dinero. Acaudillaba a todos los parientes, imponiéndoles miedo y respeto. Maltrana escuchó en silencio la sonora arenga del importante personaje. Nada le quedaba que hacer en una casa que no era la suya.
No hay duda, que en una arenga, en un concurso de gentes no versadas en las Escuelas ni en los sylogismos, fuera cosa impropia y extravagante el sylogizar para probar un asunto; pero en las Escuelas, donde sin cumplimiento ni ceremonias, bien que cortesmente y con policía, se trata de saber si es verdad, ó no lo que se asegura, no sirven tales razonamientos.
Donna Olimpia era alta y bien formada, pero, más que esbelta, amplia y exuberante sin perder la gracia y el hechizo, como las ninfas y diosas que pintaba Tiziano Vecelli. Cuando pasaron los del grupo, Tiburcio prosiguió su arenga diciendo: Esta donna Olimpia es un prodigio singular. Se ignora la edad que tiene.
Toda esta larga arenga -que se pudiera muy bien escusar- dijo nuestro caballero porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embobados y suspensos, le estuvieron escuchando.
El que arguye pone sylogismos hasta que ha manifestado su dificultad, y hecho esto, resume todo su argumento sylogístico en un discurso seguido. El que defiende hace lo mismo, porque primero responde á los sylogismos segun la forma Escolástica, y luego hace una recapitulacion de todo el argumento, como una arenga, en la qual satisface á la dificultad que se le ha propuesto.
Muchas veces había hablado en los duelos, mereciendo la aprobación de los otros padrinos, viejos generales, gentes expertas, acostumbradas á tales actos. Pero la corta arenga de hoy iba á ser la mejor de sus obras. «Señores...», repitió. Vacilaba, no sabía qué añadir, todo se había borrado de su memoria.
Aragón sólo espera nuestra señal para arrojarse; Sevilla bulle y se revuelve, Valladolid, Madrid y Toledo vendrán a la zaga, apenas nosotros marchemos. Un coro ardoroso de aprobación respondió a la arenga de Bracamonte. Luego, en medio del silencio que sobrevino, una sola voz resonó, adusta, inconfundible. Que no se diga que la vejez, enflaqueciendo mis fuerzas, ha destemplado mi corazón.
Señores, ¡el pansit lang-lang es la sopa por excelencia! gritaba Makaraig; como usted verá, Sandoval, se compone de setas, langostinos ó camarones, pasta de huevos, sotanjun, trozos de gallina y qué sé yo más. Como primicias, ofrezcamos los huesos á don Custodio; á ver ¡que proyecte algo sobre ellos! Una alegre carcajada recibió esta arenga. Si lo llega á saber...
Por donde comenzó su arenga el libre cautivo, fué diciendo: Esta, señores, que aquí veis pintada, es la ciudad de Argel, gomia y tarasca de todas las riberas del mar Mediterráneo, puerto universal de cosarios, y amparo y refugio de ladrones, que, deste pequeñuelo puerto que aquí va pintado, salen con sus bajeles a inquietar el mundo, pues se atreven a pasar el plus ultra de las colunas de Hércules, y a acometer y robar las apartadas islas, que, por estar rodeadas del inmenso mar Océano, pensaban estar seguras, a lo menos de los bajeles turquescos.
La arrogante figura de esbelto talle, con el tronco echado atrás para dar mayor fuerza a sus palabras, produjo en la muchedumbre el mismo efecto que la arenga más elocuente.
Palabra del Dia
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