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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Todos los síntomas de la superficie cutánea, consisten en sensacion de prurito de todas especies y en todas partes, ya con calor ó ardor, ya sin estas sensaciones; el prurito obliga á rascarse y se presenta por la tarde en la cama y otras veces por la mañana; en ciertas circunstancias degenera en un picor muy vivo.
Se aglomeraban en dicho barrio los guerreros de las diferentes Áfricas francesas, impulsados por su ardor de raza y por el deseo de desquitarse con grandes hartazgos de la carestía de los países musulmanes, donde la mujer vive en celoso encierro.
Los días inmediatos desarrollaron para Ramiro una de esas bregas interiores que semejan la alternativa de un anciano y un mancebo. El entendimiento razona, aconseja, predice; mientras la voluntad, sintiéndose por fin reducida, se dispone a obedecer. Llega luego la acción, y no queda sino el vuelco del azar y el ardor de la sangre.
Aun cuando el ardor propio de su clima meridional degeneraba á menudo en pasión incontrastable, predominaba, sin embargo, en las costumbres cuanto llevaba el sello de la galantería y del rendimiento á las damas.
Qué odiosas son esas bromas me dije. Pero de mí nadie se burlará; sabré esconderme y sabré ocultar lo que siento. A nadie interesa lo que pasa dentro de mí; y bien se me puede considerar como una muchacha fría y sin corazón, con tal de que sepa yo que este corazón palpita lleno de ardor y de amor por la humanidad.
Con éstos iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje. Con esto, caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera.
Al dar los primeros pasos, advertí el extraordinario decaimiento de mis fuerzas físicas; no podía tenerme en pie, y el ardor de mi sangre, llegado a su último extremo, me paralizaba cual si estuviese enfermo.
Fortunato levantó la cabeza y sonrió. Hola, ¿eres tú? Don Fermín se sentó en un sofá. Estaba un poco mareado; le dolía la cabeza y sentía en las fauces ardor y una sequedad pegajosa; se ahogaba en aquel recinto cerrado y estrecho; el alcohol le había perturbado.
El olor de droguería de la pólvora sin humo, el estrépito seco de las detonaciones, parecían embriagarle. Saltaba y manoteaba con el ardor de una danza guerrera. Los artilleros de popa redoblaron su actividad: los disparos eran continuos. ¡Ya está! gritó Caragòl . Lo han tocado... ¡lo han tocado! En todo el buque era él quien menos podía apreciar los efectos del tiro.
Sin embargo, ¿qué se han hecho entre esas montañas animales la presteza y el ardor de vida que desplegaba el rotífero? ¡Qué caída la nuestra al ascender la escala!... Mis átomos estaban llenos de vida, se movían vertiginosamente, y esas bestias gigantescas están atacadas de parálisis.
Palabra del Dia
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