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Actualizado: 15 de mayo de 2025
¿Ves este álbum? todo llenito de figuras: pues te lo doy, para que te acuerdes del niño y seas buena y aplicada; te lo doy, con una condición: que has de ser fiel y sumisa para el señor y la señora, que te visten, te alimentan y te educan... que los cuidarás bien, si se ponen enfermos... ¿me lo prometes? Pampa dijo que sí con la cabeza y recibió el álbum, muy sorprendida de ver llorar al niño.
Ya que el señor Colignon terminó de sahumar el ambiente con aquel copioso rebase de optimismo, Belarmino quedó un punto en suspenso, temeroso de que su interlocutor solicitase por último el significado de la palabra bilateral aplicada al establecimiento de zapatería.
La palabra mañana aplicada al trabajo le es desconocida, pues jamás dejó para luego lo que debe hacerse hoy. Andoy no habla, obra. Se le da una orden, y la cumple sin que jamás haga una observación.
La originalidad del caso está en que con toda su afición a las faldas, y sus profundos conocimientos de estética aplicada, no se refería de Borrén la más insignificante historieta. Viviendo siempre en una atmósfera fuertemente cargada de electricidad amorosa, nunca le hirió la chispa. Practicaba, en materia de amoríos, el más puro y desinteresado otroísmo.
¿La virtud del amor, me pregunto a veces, es la misma siempre, aunque aplicada a diversos objetos, o bien hay dos linajes y condiciones de amores? Amar a Dios me parece la negación del egoísmo y del exclusivismo. Amándole, puedo y quiero amarlo todo por él, y no me enojo ni tengo celos de que él lo ame todo.
Razonar las bellezas de Las Meninas, explicando en qué consisten y porque causan impresión tan honda, equivaldría a escribir un curso de óptica, aplicada a la pintura.
Esta palabra mordaz, aplicada pérfidamente, tenía el privilegio de aplacar las rebeliones de Carmen, tan humanas y tan justas. Humilló la mirada, y cogió del suelo el bastidor. Estaba pensando: ¡Santa! Todavía no lo soy; me sublevo; me he mofado de ellas con Salvador..., las he acusado..., casi las odio.... ¡Dios mío, hazme buena, hazme santa!...
Recordó una fotografía que había visto en los periódicos: el suplicio del poste, aplicado por los alemanes en los campos de castigo; un francés, con el uniforme andrajoso, amarrado á un madero como si fuese una cruz, en plena llanura cubierta de nieve, sufriendo durante horas y horas un frío homicida. Era la pena mortal aplicada hipócritamente, con refinamientos salvajes.
La humildad cristiana, esa virtud que nos hace conocer el límite de nuestras fuerzas, que nos revela nuestros propios defectos, que no nos permite exagerar nuestro mérito, ni ensalzarnos sobre los demas, que no nos consiente despreciar á nadie, que nos inclina á aprovecharnos del consejo y ejemplo de todos, aun de los inferiores, que nos hace mirar como frivolidades indignas de un espíritu serio el andar en busca de aplausos, el saborearse en el humo de la lisonja; que no nos deja creer jamas que hemos llegado á la cumbre de la perfeccion en ningun sentido, ni cegarnos hasta el punto de no ver lo mucho que nos queda por adelantar, y la ventaja que nos llevan otros; esa virtud que bien entendida es la verdad, pero la verdad aplicada al conocimiento de lo que somos, de nuestras relaciones con Dios y con los hombres; la verdad guiando nuestra conducta para que no nos extravien las exageraciones del amor propio; esa virtud, repito, es de suma utilidad en todo cuanto concierne á la práctica, aun en las cosas puramente mundanas.
Un francés y un inglés, Gobineau y Chamberlain, les han dado los argumentos para defender la superioridad de su raza. Con cascote sobrante de Darwin y de Spencer, su anciano Haeckel ha fabricado el «monismo», doctrina que, aplicada á la política, consagra científicamente el orgullo alemán y reconoce su derecho á dominar al mundo, por ser el más fuerte.
Palabra del Dia
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