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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Así habló el tío Goro de Canzana, y el coro de viejos y viejas que le escuchaba aplaudió calurosamente su discurso. Sin embargo, el anciano capitán sudaba ya por todos los poros del cuerpo. Sus fuerzas mermaban á ojos vistas. Mas antes que confesarlo hubiera caído exánime á los pies de su pareja.

Pero la atención de todos se apartó de este ensañamiento de la bestia, para fijarse en Gallardo, que atravesaba la plaza con menudo paso, cimbreante el talle, en una mano la plegada muleta y moviendo con la otra la espada cual si fuese un bastoncillo. Todo el público del sol aplaudió, agradecido por esta aproximación del espada.

El general Pastor aplaudió entusiasmado la hábil estrategia del diplomático; el señor Pulido bajó modestamente los ojos, como si le tocara grande parte en la paternidad de la idea, y la duquesa, encantada, comenzó a vomitar nombres propios, juicios críticos, filiaciones y datos biográficos que probaban bien a las claras su consumada pericia en el arte de averiguar vidas ajenas.

Eso es una cueva infecta, y los empleados unos infectos, y los que juegan... otros infectos. ¡Todo infecto!... Después de esto se dieron las manos lo mismo que si acabaran de reconocerse. Cuando Miguel, insistiendo en sus buenos deseos, le habló del bombardeo y el desembarco con ametralladoras que llevaba en su imaginación, la duquesa casi aplaudió.

¡Si no bebes hasta la borra, insultas al rey de Francia, y yo, que soy su embajador, te castigaré como mereces! exclamó el gascón, requiriendo otra vez su espada... Más muerto que vivo, y todavía más borracho que muerto, Manuel se bebió «hasta la borra», dejando luego caer al suelo estrepitosamente la botella... ¡Bravo, bravísimo! aplaudió Guy.

Por un momento todos aquellos espíritus elevados vivieron dos siglos más adelante y vieron con los ojos del alma una Peñascosa ideal cuajada de fábricas y cervecerías. ¡Poder maravilloso de la poesía! Se aplaudió furiosamente con las manos y con las cucharillas.

Después de todo, así era ahora; ¡la divertían tan poco los bailes, los teatros, los paseos, los banquetes de Vetusta!». Quintanar se acercó, y como oyera a don Fermín repetir que era higiénico el ejercicio y muy saludable la vida alegre, distraída, aplaudió al Magistral con entusiasmo, y aun aumentó su satisfacción cuando supo que ya no reconciliaría Ana aquella tarde.

Durante un cuarto de hora fui ensordecido por los aplausos, y decía para con alegría: ¡Pobre joven! ¡te veo perdido!... Comenzó Farinelli... y bien pronto no se aplaudió más... ¡se lloraba!

Pero los aplausos a los lances de capa de los compañeros le sacaron de esta inmovilidad, y a pesar de sus propósitos, se fue al toro, realizando varias suertes en las que era más la audacia que la maestría. La plaza entera le aplaudió, a impulsos de la predilección que sentía por su atrevimiento.

El pobre hombre, que se recreaba en hacerme agradable o, por lo menos, llevadera la carga de mi destierro, aplaudió con toda su alma mi propósito, ¡cuándo hubiera dado yo algo bueno porque me le quitara de la cabeza con un par de razones transmisibles «decentemente» a Chisco por !

Palabra del Dia

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