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Aquellas preciosas cabezas de angelitos, que ceñían las arañas; aquellas ventanas, cuyas vidrieras habían desaparecido y que dejaban entrada libre a los mochuelos y otros pájaros, cuyos nidos afeaban las bien talladas y doradas cornisas y que convertían en inmunda sentina el rico pavimento de mármol; aquellos esqueletos de altares despojados de todos sus adornos; aquellos grandes y hermosos ángeles que parecían salir de las pilastras; que habían tenido en sus manos lámparas de plata siempre encendidas y extendían aún sus brazos, mirando aquellas con dolor vacías.

Yo continuó el sacerdote me acuerdo de lo que me hizo ver la Novena, lo veo ahora con sólo tararear algunos de sus pasajes. ¡Oh, aquel scherzo tan gracioso, con sus originales trémolos de timbal! Me parece, oyéndolo, que Dios y su corte de santos han salido del cielo a dar un paseo, dejando a los angelitos dueños de la casa. ¡Amplia libertad!, ¡juerga general!

Veinte y treinta días se pasan muy pronto cuando hay citas cuotidianas en una huerta, diálogos anhelantes, dudas no resueltas, preguntas mal contestadas y angelitos bordados con los labios negros. Así es que llegó un día en que Lázaro se puso á jurar por todos los santos del cielo que no permitía que Clara se fuera de allí.

Se le figuraba estar delante de un pedacito de gloria, pues no de otra manera concebía su candor la bienaventuranza eterna. Para ella el cielo era algo así como un altar inmenso y resplandeciente de luces, cundido de oro, de pedrerías, de flores y gasas, con millares de angelitos tocando violín.

Atarugose mucho; sofocola el trance inesperado, y acabó por no saber de qué lado sentarse ni en qué sitio fijar la vista de sus turbados ojos. Entendido, hija mía, entendido exclamó al punto su padre, que no desperdiciaba síntoma ni detalle . Entendido de pe a pa, como si los mismísimos angelitos del cielo me lo cantaran al oído.

Allí sacó rosarios, escapularios, un fajo de papeletas de empeño envuelto en un pedazo de periódico, trozos de herradura recogidos en las calles, muelas de animales o de personas, y otras baratijas. Terminado el registro, entró la Benina, de vuelta ya de su diligencia, la cual había despachado con tanta presteza, como si la hubieran llevado y traído en volandas los angelitos del cielo.

Lo , lo he soñado ahora, cuando me dormí pensando que me moría y que entraba en el Cielo escoltada por la mar de angelitos... ¡tan monos...! Créetelo, porque yo te lo digo... Y yo, mismamente le he de decir a la Virgen y al Verbo y Gracia que te hagan feliz y se acuerden de las amarguras que has pasado».

Y entonces tendrá que ver que al digno comerciante don Juan Peña, cuando suba a almorzar, se le cuelguen de los brazos unos cuantos angelitos cabezudos, de hinchados mofletes, y no le dejen tragar bocado con tranquilidad.

Encarnación revolvió sus ojos buscándola. «Vaya que ha sido una picardía haberle ocultado a estos angelitos que salieron del vientre de una marquesa». Y tomó la caña.

Yo dije: «¡Qué fortuna he tenido en que me destinaran al claustro!». Mis insomnios eran dulces y placenteros, y mi imaginación era como un celaje poblado de angelitos. Cerraba los ojos y veía a Dios... , a Dios, no te rías; a Dios mismo, con su barba blanca y su capa... pues, como le pintan...