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Actualizado: 30 de junio de 2025


Algunos marchaban á su encuentro en línea recta, como si no le viesen, y tenía que apartarse para no ser volteado por este avance mecánico y rígido. Al fin se refugió en el pabellón del conserje. La mujer le veía con asombro, caído en un asiento de su cocina, desalentado, la mirada en el suelo, súbitamente envejecido al perder las energías que animaban su robusta ancianidad.

Cuando don Alonso, ahitado de la corte y viendo venir la ancianidad, determinó refugiarse en su propia mansión, contando repartir los años que le restaban entre el amor de su hija y el goce tranquilo de los tesoros de curiosidad y de arte, aglomerados en las señoriles estancias, nuevos infortunios, cada vez más inesperados y violentos, vinieron a buscarle allí mismo y a poner en peligro su honra, su libertad, su linaje y hasta su último resto de dicha en la tierra.

De todos modos, corregido ya el maestro Raimundico, morigerado por la ancianidad, reverdeciendo en su corazón el amor paternal sobre los restos de otros ya muertos y menos santos amores, y tal vez proyectando que el muchacho, que había cumplido veinticinco años, ganase popularidad y simpatías en el distrito, para que fuese elegido diputado, le mandó llamar con términos harto imperativos y hasta dejando de enviarle dinero, que era el medio más eficaz de que podía valerse.

La basilisa se instalaba en Valencia, recién conquistada. Su sobrino el futuro Pedro III, que intervenía en el gobierno por la ancianidad de su padre, le ofreció Estados; pero cansada de una vida de aventuras, prefería entrar en el convento de Santa Bárbara.

Como aquellos viejos verdes que creen despertar su voluptuosidad dormida engañando los sentidos con la contemplación de hermosuras pintadas, así intentaré dar interés y lozanía a los mustios pensamientos de mi ancianidad, recalentándolos con la representación de antiguas grandezas. Y el efecto es inmediato. ¡Maravillosa superchería de la imaginación!

Los ojillos verdosos y profundos estaban rodeados de arrugas, que parecían rayas de carbón por la suciedad de sus surcos. El traje era tan bizarro como su ancianidad. Cubríase con una especie de casulla de pieles de conejo, sujeta a la cintura por una cuerda. Su pantalón estaba resguardado en los muslos por zajones cortados de una alfombra vieja y adornados con cintajos iguales a los de la mula.

Uno de sus desahogos favoritos era encresparse la melena blanca, que debiera ser albo nimbo de su ancianidad. Con la voz temblequeante de despecho, inquirió: Y ¿le has ofrecido mi hija?... ¡Mi hija despreciada por ese advenedizo, un hijo de mala madre, ladrón, asesino!... Carmen cerró los ojos, se tapó los oídos, se encogió en su silla pequeña, toda confundida y horrorizada.

Don Íñigo se dejó besar la diestra como idiotizado; una nevada de ancianidad había caído de pronto sobre él, enfriando para siempre el último calor de su intelecto. Su chupado rostro estaba a trechos amarillo y a trechos moreno, como los limones que se resecan.

Con este aviso entró el ejército del Rey en Quiquijana, donde solo habian quedado las mugeres y hombres, que por su ancianidad ó achaques no habian podido seguir á los demas.

Es el primero en todo, y además, callado y piadoso como un santo. Será el consuelo de su ancianidad.

Palabra del Dia

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