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Actualizado: 21 de agosto de 2024


De pronto fué Elena la que preguntó: ¿Cómo se llamaba aquel muchacho americano compañero suyo?... Creo que fué el único hombre que me interesó un poco entre los muchos que me buscaban... Tal vez le amé, por lo mismo que nunca me deseó verdaderamente. Algunas veces, muy de tarde en tarde, me he acordado de él... ¿Se casó? Hizo Robledo un signo afirmativo y ella siguió hablando. No diga más.

Os confieso que sólo conozco cuatro personas dignas de que yo les tienda la mano, de que yo las hable palabras de verdad, de que yo las ame, de que yo me sacrifique por ellas.

No es raro ni tampoco una novedad que una niña de buena cuna se enamore del hijo de un labrador, como no lo es que un caballero ame a una campesina.

Por motivos políticos. Explíqueme usted cómo se realizó ese cambio de relaciones. En dos años no se habían visto ustedes más que dos veces. ¿La dijo a usted en una u otra alguna palabra de amor? Ninguna. ¿Y usted? Yo le amé desde el primer día que acudió a socorrerme. Por más que la joven trataba de dominarse, su voz revelaba una secreta turbación. Entonces, ¿fue usted la primera en hablar? No.

»Esta es mi horrible situación. A nadie, ni a ti mismo, debiera confiarla; pero necesito depositar en alguien mi secreto dolor. Ven por aquí a consolarme. Ven también por Inesita. Acaso te ame. Es buena y cariñosa como Beatriz, y no tiene ambición como Beatriz. Además, eres joven y buen mozo... ¡Qué desatino hice en casarme!

Supongamos que doña Clara ame... como suelen amar al cabo las que han llegado á cierta edad sin conocer el amor... que se obstine... que no pudiendo lograr su amor por buenos medios... Basta, basta; ahora comprendo que debe mentirse, que es una obligación mentir en ciertas ocasiones. Además dijo la reina de que para honrar á ese joven no es necesario mentir.

La voluntad llevada de este apetito solo ama á lo bueno; es decir, solo ama las cosas que mira como buenas, y como que pueden contribuir á su felicidad. Pero como es potencia ciega y libre, no se determina á amar las cosas particulares, si no la ilustre antes el entendimiento. Es preciso, pues, que el entendimiento presente una cosa como buena, para que la ame y apetezca la voluntad.

El comandante hizo una defensa acabada y fogosa de la mujer sevillana. Según él, ésta es viva y ardiente, pero no vanidosa, lo cual suprime uno de los grandes incentivos, acaso el más capital, que la mujer tiene para caer. El fuego de su alma, al casarse, se convierte en ternura y abnegación. Exige que se la ame, no que se la adorne.

Por eso deseo que tengamos casi la misma edad, casi los mismos gustos, casi iguales defectos... Esto le hará indulgente con los míos, y, respecto a los suyos, todos se los perdono desde ahora con tal de que me quiera mucho y de que no ame a nadie más que a . Mi tía dice que eso no es posible. ¿Por qué no lo ha de ser? ¡Le amaré yo tanto! ¿Pero estás loca?

También esto concordaba con un pensamiento de D. Baldomero, que decía: «Cuando el país remite, y fortalece con su opinión la autoridad, no es que ame verdaderamente el orden y la ley, sino que se pone en cura y hace sangre para saciar después con mejor gusto el apetito de las trifulcas». Quedó, como he dicho, tan desarmada Jacinta, que no podía ser más.

Palabra del Dia

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