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Actualizado: 30 de junio de 2025


El Bajá porfió á engolfarse desde allí, y habiendo caminado un día y una noche se volvió un temporal contrario que les hizo volver á Sicilia. Amaneció á Cabo Páxaro y Zaragoza, y pasó tan junto á esta ciudad, que le tiraron mucha artillería, pero no que le hiciese daño. Metióse aquella noche en un puerto questaba entre Agusta y Zaragoza.

Luego que amaneció continué mi camino por el Rio Segundo, que solo distaba 5 leguas: este dia fué cruel de viento, frio y nieve, por cuyo motivo no pude llegar á él hasta las once y media: el camino y demas es como el dia antecedente.

-Eso no puede ser -replicó don Quijote-, porque allá me anocheció y amaneció, y tornó a anochecer y amanecer tres veces; de modo que, a mi cuenta, tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.

Amaneció lo mismo, y manteniéndose todo el dia así no caminamos. Dia 30. Amaneció claro, por lo que seguimos la marcha.

Ni por asomo; pero como yo era amigo del marido y entraba en la casa aun cuando él no estaba, y la mujer era una moza garrida, y un día amaneció muerto el marido, y dieron en decir los que le vieron que tenía manchas en el rostro... ¿Y eso era verdad? Pudo serlo, pero no lo era.

Amaneció, y helos aquí en camisa a todos los estudiantes de la posada a pedir la patente a mi amo.

Y así pasaron tres meses, hasta que un día amaneció frente a la casa una horca y pendiente de ella el cadáver del excomulgado, sin que nadie alcanzara a descubrir los autores del crimen, por mucho que las sospechas recayeran sobre el clérigo, quien supo, con numerosos testimonios, probar la coartada.

A las doce llegué á bordo, y le hice señal á la chalupa de que viniese á bordo, que habia ido á cortar leña, la que llegó á la una de la tarde. Pasamos aquí el resto del dia y la noche, por estar el viento contrario. Amaneció el viento al E bonancible y lloviendo, y empezé la faena de llevar las anclas. A las siete y media me hice á la vela para el Colorado.

Amaneció un día con el viento al Sur, casi en calma: el cielo, sonrosado con algunas nubes aturbonadas; la bahía, como un espejo; la mar, como un lago; la temperatura, á placer; el campo, verde y fragante; las flores, meciéndose sobre los tallos; los árboles, entreabriendo sus hinchadas yemas y asomando por ellas las tiernas esmaltadas hojas, que se estremecían y se desplegaban al sentir por primera vez el calor de los rayos del sol vivificante; la sonora voz de las campanas de todos los templos, llenando de armonías el espacio; y el movimiento y la circulación, interrumpidos por la solemnidad de los días anteriores, restableciéndose bulliciosos en todas las arterias de la población.

Los médicos del pueblo que fueron llamados por teléfono vinieron prontamente y le hicieron la reducción no sin agudos dolores. El enfermo quedó tranquilo, durmió y amaneció sin fiebre al día siguiente. Escudero, que avisado por telégrafo llegó en el primer tren de la mañana, viéndole en estado satisfactorio quiso llevárselo a Madrid. Reynoso se opuso enérgicamente.

Palabra del Dia

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