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Ojos hay engañados que a la primera vista tan bien les parece el oropel como el oro; pero a poco rato bien conocen la diferencia que hay de lo fino a lo falso. Esta mi hermosura que dices que tengo, que la estimas sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué yo si de cerca te parecerá sombra, y tocada, cairás en que es de alquimia?

Quiero decir, sin ambages, que los que están ayunos de todo conocimiento filosófico, si propenden además, como hoy generalmente sucede, a prendarse de lo extranjero, tal vez acepten por oro la alquimia y consideren cualquiera extravagancia o disparate como el Non plus ultra de la investigación especulativa y del saber humano.

Protegido por el cariño maternal, el príncipe Fénix creció tan provechosamente, que a los veinte años era el más gallardo infante. Veneraba a sus mayores, amaba al pueblo y sabía derecho, astrología y alquimia. Vivía aún el viejo rey. Estaba tan achacoso que para caminar tenía que apoyarse en su cetro de oro macizo como en una muleta.

Caminaba lentamente golpeando el suelo con el bastón. A pesar de aquel aspecto de miseria, llevaba ambos brazos ornados de brazaletes de alquimia, y un doble collar de cuentas, que imitaban la turquesa, caía sobre su pecho. Al llegar junto a Ramiro, mirole fijamente, apoyando ambas manos en el báculo. El mancebo sacó una moneda para ofrecérsela.

No cupo mayor pompa en el escenario en que se representan esas farsas en honor de las notabilidades de alquimia, y todo se hizo ajustado al más solemne y ostentoso ceremonial: la exposición del cadáver en la capilla ardiente, entre largos blandones y negras colgaduras de tosca bayeta; el triste clamóreo de la prensa periódica rindiendo «el último tributo de justicia al prócer insigne, al varón íntegro, al padre amoroso, al ciudadano ejemplar, al celoso representante de la patria, al protector generoso de las artes y de las letras, al orador de honrada palabra», etc., etc., y haciendo la pintura de su muerte inesperada, con descripciones minuciosas de lugares y accesorios, y con glosas y comentarios de los elogios que momentos antes del triste suceso habían dedicado al aún vivo personaje los hombres más «conspicuos» de la política, de las armas, de las letras y de la banca; el simbólico catafalco, cargado de emblemas y atributos, tocando casi en las bóvedas del templo, entre una hoguera de luces sobre ricos y enormes candelabros; las naves atestadas de «mundo»: allí los vistosos uniformes de las más altas jerarquías políticas y militares; allí la severa etiqueta civil, las gentes de la aristocracia y de los «salones elegantes», y allí, en fin, en apretados grupos, las matronas del «gran mundo» ricamente ataviadas de negro, con la mirada repartida entre el devocionario y la concurrencia, agitando maquinalmente los abanicos mientras, desde el coro, llenaba de resonantes armonías los ámbitos de la iglesia, la mejor capilla de Madrid.

Por la generosidad primero y por la alquimia del Padre Ambrosio, y más tarde por lo mucho que hemos garbeado en guerras, saqueos y batallas, no somos pobres, sino ricos.

Creíase que eran muy mal adquiridas muchas cosas de mérito que se admiraban en su casa, particularmente obras de arte; y maravillaba el lujo de raterías que se daba por empleado para apoderarse de ellas. ¡Y esta mujer tenía un caudal enorme y era espléndida en sus gastos! Hay muchas almas de alquimia que tienen roñas así.

El Padre Ambrosio tuvo compasión de Fray Miguel: pensó en consolarle y hasta en curarle y anheló en esta obra de misericordia desplegar todos los poderes que su ciencia oculta le había dado y acudir a los misteriosos recursos de la magia, de la alquimia y de otras artes adquiridas por él a fuerza de estudios y de largas vigilias.

Llegó Novillo cuando la duquesa se hallaba en aquella disposición antitaurina y antiamorosa; llegó el criado anunciando que el coche estaba dispuesto; llegó Patón, vestido de jornada, con botas altas y capote. ¿Qué dispone mi señora? preguntó Novillo, inclinándose ceremoniosamente, en la mano un saquito que contenía impenetrables secretos de alquimia cosmética. ¿Que qué dispongo?

Así he procurado consolarme de que hoy no lo sea, si bien escribiendo la más antimoratinesca de mis composiciones literarias. Bien puedo asegurar que hay en ella Cuanto puede hacinar la fantasía, en concebir delirios eminente: magia, blasón, alquimia, teosofía, náutica, bellas artes, oratoria, brahmánica y gentil mitología, sacra, profana, universal historia Y otras mil curiosidades.