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Actualizado: 2 de junio de 2025


Este algo no es inherente á nosotros; está pues en , ó en alguna cosa que no es nosotros. Hay pues una substancia que no es nuestra substancia; y el yo y el no yo, que tanto ruido mete en la filosofía alemana, lejos de conducir á la unidad de la substancia conduce á la multiplicidad; y por consiguiente destruye el panteismo atrincherado en el idealismo.

Eso sería mejor contestó Rita ; pero yo prefiero hacer lo peor. A todo esto dijo Stein con su perseverancia alemana , me habíais prometido, señor de Arias, contarme un rasgo de valor de José María. Será para otro día respondió Rafael . He aquí a mi general en jefe añadió sacando el reloj : son las tres menos cuarto y a las tres estoy convidado a comer en casa del capitán general.

Al asomarse vieron luces en el fondo; gentes que se agitaban en torno de un bulto tendido sobre las baldosas. La alarma había poblado instantáneamente todas las ventanas. Era una noche sin sueño, una noche de nerviosidad, que mantenía á todos en dolorosa vigilia. Se ha matado dijo una voz que parecía surgir de un pozo . Es la alemana, que se ha matado.

Hombres y mujeres hablan en francés tan bien y a veces mejor que en español. Algunos chapurrean además la lengua inglesa y hasta la alemana. Cuando leen algo leen libros extranjeros porque de los indígenas se aburren, sin que nos empeñemos en dilucidar aquí si con razón o sin ella.

Aparecía con frecuencia cerca de la verja una niñera alemana cuidando de un chiquitín peliblanco y cabezudo, que jugueteaba a gatas sobre la alfombra con un osezno de peluche. Al verla, los muchachos sonreían con repentina confianza. Era de su misma clase social, y esto bastaba para desatar las lenguas e iluminar los ojos con el fulgor del deseo.

Penetrando aún más, advirtió que la filosofía alemana se daba la mano con la griega al través del desierto de la Edad Media. Por desgracia, el último filósofo que leyó fue a Kant, debiendo ser el primero. Al recorrer las primeras páginas de la Crítica de la razón pura, sintió la impresión extraña del que va a contemplar un paisaje y le faltan los pies.

De repente se acordó de las teorías de la alemana que tenía al lado, de aquello de que el matrimonio era convencional y los celos y el honor convencionales, cosas que habían inventado los hombres para organizar lo que ellos llamaban la sociedad y el Estado. Si quería ser una mujer superior, y quería, porque era muy divertido, tenía que renunciar a las vulgaridades de las damas de su pueblo.

Podía atreverse á todo: el Océano había agotado en él todas sus sorpresas... Y sin embargo, la peor de sus aventuras ocurrió estando el mar en calma. Siete años llevaba de navegante, y se disponía una, vez más á volver á España, cuando en Hamburgo aceptó puesto de piloto en un velero que iba á hacer rumbo al Camerón y al África oriental alemana. Un marino noruego quiso disuadirle de este viaje.

¡Te amo!... dijo Fernando, enardecido por tal humildad. Y acompañó sus besos con un avance de las atrevidas manos en aquel cuerpo sumiso que parecía entregarse. Pero con gran asombro, la alemana se revolvió ante las caricias audaces, se despegó de sus brazos con una fuerza nerviosa que nada hacía sospechar en su cuerpo enfermizo.

Pero al ver que él sonreía, acariciándola con los ojos, estrechando su mano con tierna efusión, el rostro de la alemana se dilató, cual si la savia de su cuerpo se descongelase con el ardor de una nueva juventud. Impulsada por esta alegría, quiso exteriorizar audazmente su agradecimiento. Estaban medio ocultos por el cilindro de una boca de ventilación.

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