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Actualizado: 3 de julio de 2025
Al notar que el príncipe les mira, se desconciertan, vuelven la espalda avergonzados, se alejan, pero antes sonríen y se llevan una mano al empenachado sombrero.
Luego, nada más. Los músicos han partido, los pocos transeúntes atraídos se alejan, el silencio y las sombras recuperan su dominio y sólo queda allí el guardián de noche que ha gozado de la serenata, pensando tal vez en su nido calentito.
Da orgullo tener amigos como éstos... Viene también un archimillonario, un gringo, que es rey de no sé qué; creo que del carbón en el puerto de Buenos Aires, o del lino, o del maíz; no lo recuerdo. Los demás ricos se alejan de él porque no es de su clase, porque aún queda memoria de cuando iba con zapatones de clavos y comía, polenta en las tabernas del muelle.
Hay un silencio triste, de consuelo, en el prado. Una esquila se queja en los brazos del viento como un poeta triste, eternamente atado al buey de la materia, sin luz ni sentimiento. Las voces pueblerinas de unos chicos se alejan entre el grueso ramaje con que se adorna al río. De su inercia unas rocas parecen que se quejan y la yerba se seca al beso del estío. Otra vez el silencio.
De ahí su carencia absoluta de elasticidad y tolerancia para acomodarse en país extranjero á los usos de los demas pueblos y á las necesidades de las circunstancias. Es ciertamente curioso ese fenómeno de trasformacion moral que se verifica en el Inglés, viajero tan apegado á la idea de la patria, y al mismo tiempo tan adicto á los viajes que le alejan del suelo patrio.
Se extasían, abren la boca, riñen a los muchachos, alejan con ceño adusto al marchand de coco, al de pain d'épices, que pasa su mercancía por las narices infantiles tentándolas desesperadamente. Un movimiento se hace al frente; un cordón de obreros, blusa azul, casquette sobre la oreja, se ha formado de lado a lado de la Avenida. Avanzan en columna cerrada cantando en coro la Marsellesa.
La atmósfera, quieta y abrasada, nos traía rumores confusos de puertas que se cierran, saludos que se cambian, pasos que se alejan; los ruidos todos que preceden al reposo. Y este llegaba al fin. El aire desierto y melancólico ya no vibraba con ningún sonido. Sólo de tarde en tarde el golpe lento del reloj de la Giralda lo estremecía de improviso con metálico clamor.
Todos permanecen ante la puerta cobardes, mudos y quietos. El Caballero entra solo, y sus voces bajo la bóveda del zaguán, se alejan y se pierden. Los cuatro mancebos se retiran del balcón, unánimes en el impulso violento y fiero.
La visita del libertino y violento Don Tello, no tenía otro objeto que traer á sus manos, por la fuerza, á la mísera desposada, de quien se había enamorado hacía largo tiempo. Rodrigo intenta resistir sin resultado á los raptores, que se alejan con su víctima, dejando al novio entregado á una rabia impotente. Leonor intenta consolarlo, induciéndolo á acudir al Rey Don Pedro, que le hará justicia.
Su cerebro, vacío de ideas, sólo encerraba un sonsonete monótono y cadencioso, repitiendo como la péndola de un horario: «Vino esta mañana, se va esta noche...» Y al fin la repetición la irritaba de tal manera, que sólo oía la palabra «noche, noche, noche», palabra que parecía vibrar, como esos puntos luminosos que se ven en las tinieblas, durante el insomnio, y que se acercan y se alejan, sin movimiento de traslación, por el mero sacudimiento de sus moléculas.
Palabra del Dia
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